26 abril 2010


60 años de torneos de pesca de la aguja Ernest Hemingway
DE CELEBRACIONES EL CLÁSICO

Ha sellado su sexta década el torneo cubano al que dio nombre el autor de la novela El viejo y el mar. El viernes 26 de mayo de 1950 se puso en marcha el Concurso internacional de la pesca de la aguja en opción a la Copa Hemingway. Ernest Miller Hemingway, llevaba en esas fechas más de una década como residente en Finca Vigía, un viejo fortín español adaptado para vivienda en la punta de una loma en San Francisco de Paula, y casi el doble de ese tiempo pescando a la vista del litoral cubano.

Sinceramente, la pesca de la aguja no es un deporte nacional. El gasto de combustible de una jornada de curricán y el riesgo de perder un pez de abundante carne por usar un avío de vara y carrete, con seguridad inclinan a los aficionados con barco a usar métodos más seguros. En contraste, el torneo ha permanecido un tiempo inmenso en calendario, sea como evento turístico, sea como competencia nacional, incluso con derivaciones provinciales y municipales.

Razones habrá. La primera que se le ocurre a este periodista es que la afición a pescar se halla bien enraizada entre nosotros, en esa sutil empatía que es la unidad entre el paisaje y las gentes que lo habitan. Simple. Del aparejo de cañabrava y la lata de lombrices, al yate costoso y la aventura en alta mar, en el fondo el hombre busca –y halla- las mismas emociones. De ello, el torneo es apenas un símbolo, una representación colectiva, como dirían otros más sabidos.

Hemingway vino a Cuba en 1932 y acá terminó de construir su leyenda, lo cual puede ser otro motivo para que la competencia siga: la gente sigue queriendo competir con el mito Hemingway. En aquel primer año pescó de verdad la aguja en la Corriente del Golfo, a la vista de La Habana, con un piloto y marineros cubanos. Al siguiente volvió para hacer la corrida de su vida, y luego contarlo a los lectores en su retorno al periodismo. El saldo fue más de medio centenar de grandes agujas y un record de castero que le duró un lustro. El plan de navegar a la costa cubana desde su casa en Key West se estuvo repitiendo un año y otro hasta que un día amaneció mirando los mangos madurar al canto del sinsonte en su propio patio, y se fue a pescar otra vez, pero ya no era un turista.

Bien asentado en su colina estaba en 1950 el viejo novelista, cuando le llaman al Club Náutico Internacional de La Habana, para hablar de pesca, de reglas de pesca, de calendarios de pesca y resistencia de líneas de pescar. Él novelista, que ya era vicepresidente de la International Game Fish Association, IGFA, y había aprendido lo suyo en la materia, entró en las discusiones, más convencido de ofrecer un trofeo que de poner su nombre a la cita –le parecía “algo póstumo”, dijo un testigo-, pero aceptó al cabo. Así nació el Hemingway, fundado por un grupo grande de cubanos amantes de la pesca y un norteamericano famoso y nada aplatanado.

Podría creerse que la fama del autor de Adiós a las armas y The sun also rises aupó la competencia. Pero el criterio resuena menos si se conoce que La Habana de mediados del siglo XX llenaba un calendario de pesca con ocho torneos cada temporada, todos por la aguja, todos de gran participación y gran cobertura de prensa, cualquiera de ellos con invitados del exterior.

El Hemingway era uno de aquellos concursos, celebrados durante mayo y junio de cada uno de los años de la década del 1950, entre los que se recuerda el del ron Tutankamen, el de las Damas, el de Patrones, el de Dueños de barcos y varios más, convocados por los clubes yatistas de la época. El internacional Hemingway, llamado a veces “el clásico”, se convocó once años consecutivos y en cada ocasión llegaban a la rada capitalina más y más participantes. En 1957 participaron 84 equipos, bastantes de ellos en representación de clubes norteamericanos.

En mayo de 1960 muchos de los habituales competidores de los certámenes de pesca habían emigrado de Cuba y a los locales de los clubes a los que habían pertenecido apenas les restaban meses para que fueran destinados a otros usos sociales. El Club Náutico Internacional de La Habana convocó el XI Hemingway, pero fue el flamante Instituto Nacional de la Industria Turística, INIT, el que lo organizó, trasladando la sede para los canales de Barlovento.

La competencia tuvo un seguimiento mediático como nunca antes –y nunca después-, con la participación del entonces Primer Ministro Fidel Castro Ruz, cuyo triunfo individual –con cinco agujas que pesaron 268,86 libras- y su encuentro personal con Ernest Hemingway, se recuerdan como acontecimiento histórico en la marina que lleva el nombre del novelista norteamericano.


Un Hemingway nacional
La pesca deportiva estuvo medio ausente de los periódicos un par de aquellos años, pero en 1963 la Central de Trabajadores de Cuba y el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) la incorporaron a sus planes de atención al pueblo trabajador. Nació el Torneo Nacional de Pesca de la Aguja Ernest Hemingway, cuya primera sede fue precisamente Barlovento, aunque unos años después le ofrecen a los competidores los muelles del antiguo Miramar Yacht Club, y cuando éste local fue necesario a otros fines, comenzaron a realizar la competencia en Cojimar.

Este torneo se convocó varios años por sindicatos, pero desde que el país adoptó la Nueva División Político Administrativa en 1976, en el Hemingway se aplicó sólo el criterio territorial en la selección de competidores, además de equipos “invitados”, conformando una participación que llegó a superar el centenar de embarcaciones en años signados por la consigna de la masividad deportiva. A lidiar por los trofeos de la aguja acudían pescadores de todas las provincias del país, incluidas aquellas donde jamás se capturó un pez de pico, mucho menos a vara y carrete, pero -al menos una vez al año- todos tenían la posibilidad de vivir esa experiencia.

La historia del Hemingway de pesca es ya un grueso libro que va y publicamos algún día. Merece conocerse la experiencia de equipos muy destacados, como el del Club Náutico Internacional de La Habana, que ganó cuatro veces en su tiempo, incluidas las dos copas donadas por Hemingway, cuyo paradero se desconoce; las múltiples victorias del sindicato de Artes y Espectáculos, protagonizadas y animadas por Modesto Tico Viada; los triunfos de los equipos de la Pesca –sindicato, instituto o ministerio- en la que pusieron su mano Jorge Cunill y Jorge García, entre otros, que pasaron por méritos propios de pescadores comerciales a destacados guías y excelentes patrones de barcos turísticos.

El Hemingway Nacional, al que llegaban o debían llegar, los pescadores seleccionados en previas competencias provinciales, sirvió a su vez como tamiz para elegir a aquellos que representarían a Cuba en los certámenes internacionales que, con carácter turístico, comenzó a convocar el país desde 1978. Esta sabia disposición tuvo su crisis particular en la primera mitad de los años ’90, cuando simplemente dejó de tomarse en cuenta, provocando disgustos en aficionados y federativos nacionales, quienes no entendieron se les privara de una oportunidad que por años se les enseñó a considerar auténticamente suya. La representación del país sede en los torneos internacionales de la pesca de agujas es asumida por equipos de entidades comerciales, salvo un caso que ha sido patrocinado varios años, el equipo que representa a la Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores, ACLIFIM.

El domingo 25 de mayo de 2008 se compitió la última jornada del Hemingway Nacional. No ha sido convocado las dos últimas temporadas por el INDER, que lo había mantenido en su calendario por cuarenta y cinco años. Tal vez el certamen requiera algunos ajustes, debido a que la presencia de agujas en las aguas inmediatas no es similar al evento de 1972, cuando la captura superó el medio centenar de agujas y había unos 30 barcos en competencia. Ni mucho menos. Pero puede mantenerse un torneo de curricán para diversas especies, incluso en la modalidad “Abierto”, creada por la Federación Cubana de Pesca Deportiva, en que los participantes asumen los gastos. Y se salva una tradición, se respalda la vigencia de una técnica de pesca con una prueba de nivel nacional, como se ha hecho con la pesca a spinning, la de la trucha e incluso con la introducción de la pesca a mosca, que nunca se había ensayado.

El Hemingway Internacional, entretanto, va bien. Ha tenido sus alzas y sus bajas, casi siempre debido a vaivenes en las decisiones de los presidentes norteamericanos, que a veces hallan agradable prohibirles a sus yatistas recalar en Cuba. Sin embargo, desde que se introdujo en 1997 la modalidad de marcado y suelta, o tag & release, al torneo le sigue siempre la atención de los aficionados foráneos y sus asociaciones. Un equipo francés, que pesca siempre a bordo del yate Marlin X, de la flota de la Marina Hemingway, ha ganado tres veces el evento y paseó la Copa por París. Enhorabuena, pues, el clásico vive: celebremos.
Dr. Darío Guitart Manday: Como si fuera hoy mismo.

Hace ahora diez años dejó de existir Darío Guitart Manday, un biólogo cuya visión y amor por el mar legó a los cubanos un patrimonio científico al alcance no sólo de los especialistas, sino de todos, gracias a la labor divulgativa que realizó con absoluta devoción, desde las mismas páginas de esta revista y en libros que hoy día son atesorados por los aficionados a los asuntos del mar.

Puede que su interés por las aguas viniera de sus padres, nacido el uno en Cárdenas, la madre de Manzanillo, afamadas ciudades costeras. Durante algunas vacaciones escolares permanecía semanas en la casa de los tíos, en la bahía de Santiago de Cuba. Con su primo Renato Guitart Rosell, luego uno de los asaltantes caídos en el cuartel Moncada, criado en Renté para aliviar el asma de su infancia, y amante de la navegación a vela, entró en contacto íntimo con las primeras nociones del oleaje, las mareas, los peces y los restantes organismos que animan ese mundo.

A Darío, nacido en La Habana el 7 de febrero de 1923 y criado en el barrio inmediato a la colina universitaria, tardaría en vérsele la afición por el mar en sus años juveniles. Sus aptitudes para la práctica del fútbol americano serán lo más significativo de su etapa de estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde obtiene el título de bachiller en Ciencias y Letras en 1942. En el curso de 1940-1941juega como regular en el campeonato de fútbol americano con el equipo del Instituto de La Habana, después de dos años como suplente. Al final de esa temporada se incorpora al equipo de la Universidad de La Habana y permanece en él hasta 1946.

Contrae matrimonio el 20 de diciembre de 1945 con María Luisa Pérez-Puelles, madre de sus cuatro hijos, en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen. En la misma boda uno de sus hermanos le entrega el nombramiento como empleado docente del Instituto de Segunda Enseñanza de Marianao, donde impartió clases de biología y ciencias naturales. Las mismas materias las enseña poco tiempo más tarde en la Havana Military Academy, donde ejercía además como entrenador del equipo de futbol americano.

Tres empleos al unísono va a llevar el joven Guitart y sin dejarlos alcanza finalmente, en 1951, a obtener el título de doctor en Ciencias Naturales, con la defensa exitosa de la tesis “Estudio de las gorgonáceas de las costas de Cuba”. Aún graduado, su dedicación laboral no sólo va a persistir, sino que hallará nuevas formas de manifestarse; en sólo un lustro desde la terminación de los estudios universitarios verán la luz dos libros, Introducción a la Biología Experimental (1953) y Mineralogía Elemental (1956), en colaboración con sus colegas José Alfredo Suárez Caabro y Pedro Pablo Duarte Bello, compañeros suyos en los planteles donde impartía clases.

Ciencia en tiempos de revolución

Era Darío Guitart todavía un joven profesor cuando, entrevistado por una revista estudiantil, declaró a sus alumnos que había pasado las vacaciones dedicado a la fotografía submarina, preparándose para “investigaciones futuras”. En 1959, pocas semanas después del triunfo de la revolución, el ministerio de Obras Públicas le encarga de los estudios y dirección de los trabajos que conllevaba la construcción del primer acuario cubano.

Todo quiso estudiarlo para el nuevo empeño: el efecto del cautiverio sobre los peces y el funcionamiento de las bombas que hacían circular el agua en las peceras; la alimentación, la forma de evitar enfermedades a los organismos vivos expuestos, los mejores materiales para los conductos hidráulicos, la fuente de iluminación apropiada... Mientras aprendía, viajó a acuarios norteamericanos y de Bermudas para ganar experiencia. Sus familiares recuerdan que el sueño podía ser interrumpido en la madrugada: ¡Se detuvieron las bombas!

La dinámica de aquellos años lo halla siempre a la altura de los retos. El 28 de enero 1965 inauguran en Playa Viriato, una caleta al oeste de la ciudad, el Instituto de Oceanología, en cuya formación Darío había estado trabajando desde el año anterior. La institución es una de las primeras que integran la naciente Academia de Ciencias de Cuba.

Entre 1966 y 1968, sin abandonar su puesto al frente del instituto, debe asumir la dirección de la escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de La Habana. Respetables investigadores y académicos son hoy algunos de sus alumnos, quienes recuerdan la originalidad del método de formación de futuros especialistas en biología marina que aplicaba Guitart, quien acogía a los seleccionados en el Instituto de Oceanología y les encargaba tareas que entonces les parecían difíciles, y luego agradecieron por las capacidades que adquirían.

Entretanto, seguía él mismo siendo un estudiante; en el año de 1967 fue el primer cubano en obtener el grado de Candidato a Doctor en Ciencias Biológicas en la antigua URSS, con una tesis sobre los tiburones de las aguas cubanas, tema que divulga en una guía de 61 páginas publicada al año siguiente. Está el científico alcanzando la cúspide de su madurez científica en estos años.

Durante un período de su vida en que desempeña determinados cargos institucionales es que a Guitart Manday se le otorga la responsabilidad de representar a Cuba en numerosos eventos internacionales, pero de él emana siempre el compromiso, la consagración que no requiere acicates. En 1961 se halla al frente de la delegación cubana a la primera reunión de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental, y asimismo en el encuentro inicial del Grupo Internacional de Coordinación de las Investigaciones Cooperativas en el Mar Caribe y Regiones Adyacente (CICAR), en 1968, ambas convocadas por la UNESCO.

En el segundo de los eventos mencionados, efectuado en Curazao, se le honra eligiéndole como chairman (presidente) de la sección de Biología Marina. Antes, en 1966, asistió como delegado cubano al Segundo Congreso Oceanográfico Internacional en Moscú y también allí fue objeto del mismo trato deferente, desempeñándose al frente de la Sub-sección de Ictiofauna Marina.

Todavía después de concluir en 1970 sus funciones como director del Instituto de Oceanología al Dr. Guitar se le encomendaba la representación cubana cuando había que debatir los temas de la oceanología o la biología marina en particular. En 1973 la Academia de Ciencias de la URSS le invita a participar en el XIV crucero del buque de investigaciones Académico Kurchatov al Mar Caribe y Golfo de México; un cuarto de siglo más tarde, en 1998, participa e el Crucero exploratorio Bojeo a Cuba, realizado conjuntamente por personal de los Estados Unidos y Cuba, a bordo del buque Oregon II de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) en calidad de especialista.

El tanquero griego Princess Ann Marie encalla en la costa de Guanahacabibes y derrama 6 000 toneladas de crudo de sus tanques en la madrugada del 28 de enero de 1980. La prensa publica fotos de langostas muertas, embebidas en petróleo. Guitart es uno de los expertos consultados para dar fundamento a la reclamación por daños al ecosistema y a la economía nacional a la entidad armadora del buque. Ese mismo año se le encarga tareas de dirección en las obras del acuario de Bahía de Naranjo y permanece un tiempo en ese territorio, como delegado de la Academia de Ciencias en las provincias de Holguín y Las Tunas.

Con Mar y Pesca.
“Son pocos los cubanos que no han visto nunca el mar o los que, al verlo por primera vez, no se han sentido de inmediato cautivados e interesados por el despliegue de su belleza, pero menor aun es la información que ha estado a su alcance para poder comprenderlo, con excepción del loable esfuerzo realizado durante años por la revista Mar y Pesca”. Conmueve el respeto y el afecto por la “Revista del hombre de mar” que manifiestan estas palabras, tomadas de la introducción a uno de sus libros.

En la efervescencia personal del año 1968, inmerso en la dirección del Instituto de Oceanología, representando a Cuba en importantes cónclaves científicos, todavía sin terminar su período al frente de la Escuela de Biología, halla tiempo para redactar las fichas de la sección “Peces cubanos”. La tarea parece sencilla para un investigador de su calibre: apenas un par de párrafos, con los principales caracteres, para cada especie. Cuando se examina en conjunto la larga serie que llega hasta 1976, se halla en ella la raíz de su Sinopsis de los peces marinos de Cuba, publicado en cuatro tomos por la Academia de Ciencias de Cuba entre 1974 y 1978. El tema de los peces, ahora con ilustraciones a color, vuelve a la revista desde octubre de 1988 hasta agosto de 1990.

En 1977, apenas aplazadas cuatro meses sus colaboraciones, comienzan a aparecer en Mar y Pesca los artículos de la sección “Semblanza del Océano”. Una vez más puede constarse el valor de una publicación como ésta para confrontar con el público, como polígono de ensayos para nuevas ideas, la obra que luego ha de quedar plasmada en su definitiva forma, madura ya, en el libro. Hasta 1979 aparece la serie en las páginas de la revista. En 1980 el libro del mismo título está ya listo, pero lo publican sólo en 1986.

Aparte de las dos series comentadas, existe dos grupos de artículos, el primero de los cuales que corresponde básicamente a los años ’70, cuyo estilo de redacción se acerca a veces bastante al periodismo y se relacionan en general con los temas que ocupan en el momento su labor científica, en tanto ya en los años de la última década del siglo XX sus contribuciones son más diversas y el gusto por el trabajo de escribir, origen de su rica relación con la revista, está en vías de decantarse en literatura, de lo cual es ejemplo el cuento “Del Inmerso mar. De pesca”, publicado en 1997.

En 1996, el Dr. Guitart nos concedió una larga entrevista. Mar y Pesca había retornado de un involuntario receso y queríamos, sus colaboradores, él mismo incluido, alentar la publicación querida. Era un año intenso, durante el cual entró en funciones el Decreto Ley 164, Reglamento de Pesca, con cambios nunca imaginados en los enfoques normativos. En la conversación con el respetado científico tratamos sobre el deporte de la pesca, tema que nos atrevimos a plantearle al leer el artículo “Análisis de las pesquerías deportivas de agujas (Pisces; géneros Istiophorus, Tetrapturus, Makaira) en la región noroccidental de Cuba”, que Guitart Manday había publicado tres lustros antes con la coautoría de la Dra. Mar Juárez y del Dr. José Fernández Milera. Inmersos en los retos de aquellos días, la entrevista quedó sumergida unos años en la inmediatez periodística, en espera -ahora- de que podamos incluirla en un libro en preparación.

Entre tantas obligaciones, casi pasa desapercibido el reconocimiento oficial a su condición de Doctor en Ciencias Biológicas y la categoría de Investigador Titular. Su jubilación en 1990, con 67 años de edad, solo fue el paso a otros compromisos, el más entrañable y urgente de los cuales sería terminar la edición de la monumental Ictiología Cubana del sabio Felipe Poey y Aloy.

El 18 de marzo del 2000, dejó de existir el Dr. Darío José Guitart Manday, un mes antes de que la imprenta concluyera la edición de la obra a la cual había dedicado lo mejor de su vida. Uno de sus colegas le describe como el último enciclopedista cubano. Tenía Guitart el saber abierto de los hombres de nuestro siglo XIX, que en el diseño de la nación proyectaron un fuerte intelecto. Pero fue más que un hombre del siglo XX: combinó con su cultura científica todas las disciplinas requeridas para alcanzar la integralidad que requerían los estudios oceanográficos en un país necesitado de los recursos de mares. Y todo lo hizo del modo sereno, cordial y honesto en que se le recuerda y se le honra.
ZAPATAFLY 2009: Donde los cubanos pescamos a mosca
¿Ha oído hablar usted de las Salinas de Brito? Haga memoria de un sitio en la geografía cubana donde las aguas llenan el paisaje como espejos someros entre márgenes de manglares como oscuras líneas distantes. La profundidad escasa, el líquido elemento como un cristal de increíble transparencia: en la calma de los amaneceres el silencio apenas es roto por el vuelo de un ave, la acometida de la paciente picúa que atisba el cardumen. Luego nada, la luz que llena la soledad inasible, el aire cual no hubiera humos en el planeta.
En el corazón del Parque Nacional Ciénaga de Zapata este paisaje de 100 kilómetros cuadrados de marismas es la meta de aficionados a la pesca a mosca que entran en sus lagunas sin romper la calma de las aguas, acechan el paso de los macabíes y oscilan sus cañas para emocionarse con la picada sorprendente del pez. La mosca, un pequeño anzuelo travestido de falso crustáceo colorido, salta en el fondo y el macabí detiene su avance, retorna hacia lo que cree su alimento, la sorbe del fondo y ya se va, cuando se tensa la línea y advertido del error se lanza a la distancia como un misil, mientras una caña se curva y el carrete zumba y zumba en el silencio de Las Salinas. Al rato, recobrados los cien o doscientos metros de línea que haló el despavorido animal, lo toma el pescador con leve gesto, le retira el anzuelo de la boca, y le devuelve a las aguas.

Pescar y soltar.
La pesca deportiva constituye una actividad turística que de modo sustentable desarrolla desde hace varios años el Parque Nacional, con un saldo de más de 1 100 sesiones de pesca vendidas cada año y una derrama económica de unos 200 000 CUC. Lo más significativo: cada vez el pez retorna vivo a su elemento, de manera que el rico entorno natural no pierde sus componentes.
El plan de manejo de esta área protegida incluye un programa operativo que, mediante la zonificación del área y el control de los resultados de la pesca, evita el estrés de las poblaciones de peces por exceso de capturas. La presencia del hombre se limita a lo imprescindible y el cuidado en la manipulación de los peces es atendido por guías calificados. Por las aguas se avanza a palanca, lo que evita contaminar el medio con combustibles y ruidos innecesarios. El monitoreo del medio es una tarea permanente en el Parque, que cuenta con la colaboración del Centro de Investigaciones Marinas para el desarrollo de estudios de manejo.
Las Salinas es una joya que se muestra con orgullo a los deportistas foráneos de la pesca a mosca, pero no solo a ellos. Un proyecto de educación ambiental en marcha desde 2006, en conjunto con la Federación Cubana de Pesca Deportiva (FCPD), ha dado vida al Torneo Abierto de la pesca a mosca Zapatafly, una novedad desde todo punto de vista en la historia cubana del deporte de las líneas y los anzuelos.
La pesca a mosca, denominada fly fishing en el idioma de los orígenes de esta especialidad, apenas tuvo empleo en el país, en cuyas aguas no existen los salmónidos que por muchos años fueron, en Europa y Norteamérica el principal objeto de esta modalidad. Una Guía del Pescador, editada en 1954, señala que en los comercios de venta de avíos de La Habana la adquisición de equipos de pesca a mosca apenas alcanzaba el 1 % del mercado, mientras una modalidad llamada casting cedía espacio ante los versátiles y fáciles de usar equipos de spinning, entonces de reciente introducción en Cuba, que acaparaban el 75% de las ventas.
Los años del último cuarto del siglo XX hicieron avanzar el uso de la pesca a mosca en el mar. En Cuba ganó cierto reconocimiento esta modalidad en la antes llamada Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, debido a la gestión turística de la pesca del macabí que en sus aguas realizaba un norteamericano nombrado Vic Barothy. Pero los cubanos no pescaban a mosca.
El proyecto desarrollado por el Parque Nacional Ciénaga de Zapata y la FCPD ha logrado crear un núcleo de aficionados a la pesca a mosca que se esmeran por dominar esta técnica, de cierta complejidad si se le compara con otras variantes de la vara y el carrete. En el caso del spinning, por ejemplo, la principal función de lanzado radica en impulsar un objeto de cierto peso –plomada y carnada, o señuelo, según el caso-; en la pesca a mosca es la línea la que debe portar un artificio apenas más grávido que el anzuelo desnudo.
Pero lo más importante es que cada participante en esta experiencia de pesca sin muerte halla natural que el pez siga vivo en las aguas, mientras la vivencia de cada salida de pesca lo que se atesore y exhiba como trofeo.

El torneo 2009.
Lo más interesante de un torneo de pesca probablemente sea el encuentro con personas de todo el país, la confraternidad que se mantiene a lo largo de los años, y el intercambio de experiencias y anécdotas. Antes de 1959 las únicas competencias de cierto relieve, convocadas en su mayoría por los clubes aristocráticos de la capital, eran las de pesca de agujas. Durante el último medio siglo el deporte de la pesca ha avanzado en el reconocimiento de la tradición, creando eventos especiales para capturar truchas y pargos, para que participen mujeres, o niños, y para que tenga su oportunidad de desarrollo cada modalidad, como el spinning, la vara criolla, o la pesca a mosca.
Zapatafly2009 fue el nuevo eslabón del proyecto de educación ambiental de la Ciénaga de Zapata. Allí nos encontramos del 13 al 19 de octubre, con el campismo Victoria de Girón como sede, 27 aficionados a la pesca a mosca. Tercera ocasión –solo en 2007 suspendieron este evento, por motivos ajenos a organizadores y competidores- y siempre un programa completo: dos días de pesca en Las Salinas, una prueba de habilidades de lanzado y un taller para debatir análisis multidisciplinarios del deporte de la pesca en Cuba. La pesca del sábalo en el río Hatiguanico, que integró el programa del certamen en 2006, se espera vuelva en algún momento.
En las reglas de pesca lo esencial es conservar vivos los peces. Un macabí muerto es penalizado con un duro descuento en la puntuación del competidor; solo se dan dos oportunidades para contabilizar peces escapados y únicamente cinco capturas de esta especie –científicamente: Albula vulpes- pueden realizarse durante la jornada de competencia. No solo dejarlos vivos, también se reduce a un mínimo el estrés de los peces durante el certamen. Las pruebas de habilidades, basadas en reglas internacionales y bajo un arbitraje riguroso, incluyen el lanzado a blancos a diversas distancias y posiciones, longitud y el llamado “tiro al hueco”, criolla calificación para lo que los técnicos del fly casting reconocen como Lazo estrecho: el dominio de la onda de la línea de mosca –llamada “cola de rata” por su forma ahusada- para que penetre por una abertura, cuadrada en este caso.
La competencia de este año en Las Salinas fue generosa en capturas. Solo tres competidores tuvieron una sesión de pesca sin peces, aunque no todos lograron completar los cinco macabíes de cada jornada. El primer lugar fue para uno de los equipos de la provincia de Ciego de Ávila, integrado por Argelio Benítez Espinosa y Juan Carlos Morales García, con un acumulado de 1 210 puntos. La puntuación de un competidor en el Torneo Zapatafly se integra mediante la suma de los centímetros medidos por los peces capturados y liberados, más los puntos obtenidos en las habilidades de lanzado.
La pareja infantil de Roxana Casanova y Alejandro Roque, integrantes de un círculo de interés que promueve el guía local de pesca Felix García Rodríguez, alcanzó 550 puntos. Un macabí de 58 centímetros resultó la pieza más comentada y fue resultado de las acciones de Eulises Manso Valdés, de Villa Clara.
Ya escuchó usted hablar de las Salinas de Brito. Aquellas aguas apenas le llegan a la cintura al pescador en los sitios más profundos y tienen peces que vale la pena tratar de capturar… y soltar. Del los debates del taller teórico de Zapatafly2009, donde discutimos cinco ponencias, lo más recordado es el reclamo de Machito, o sea Félix, el guía de los niños, de que esta experiencia se extienda a otros cotos turísticos de pesca a mosca.
La Federación Cubana de Pesca Deportiva, que el 21 de noviembre de 2009 cumplió tres décadas de existencia, alcanza hoy día un mejor papel en su accionar, por el rescate de modalidades tradicionales de pesca, el interés por los niños y ahora por su avance hacia mayores cotas de deportividad y respeto al medio ambiente. La alianza con las áreas protegidas y el sector científico que las preserva puede rendir mayores frutos en la educación de los aficionados a la pesca en el país.
Tres décadas con la Federación Cubana de Pesca Deportiva
La Federación Cubana de Pesca Deportiva (FCPD) surge formalmente el 21 de noviembre de 1979, a partir de su inscripción en el Registro de Asociaciones del Ministerio de Justicia de la República de Cuba. En la etapa previa del período revolucionario, esta actividad recreativa era organizada por la Comisión Nacional de Pesca Deportiva, como parte de la estructura del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) desde su creación en 1961.
En los documentos fundacionales de esta asociación consta como presidente Miguel Díaz Fernández, en esos tiempos director nacional de Recreación del INDER, avalado además desde poco antes como representativo para Cuba de la International Game Fish Association, IGFA, o sea, la Asociación Internacional de Pesca Deportiva. Existe, asimismo, evidencia de que en 1974, un lustro antes de su reconocimiento legal en el país, se gestionó la inscripción de la FCPD como Member Club de la IGFA.
No obstante tales avances, que es obvio perseguían un aval de representatividad fuera de las fronteras de la isla, la Federación de los pescadores sólo en 1989 adquiere su real carácter orgánico, cuando Conrado Martínez Corona, el presidente del INDER, autoriza la creación de filiales territoriales. Entonces la asociación lo es ya en un sentido exacto, funcional, con personas naturales como miembros.
En el mismo año mencionado en el párrafo anterior, y a modo de garantía para la continuidad del control institucional sobre la actividad deportiva en su conjunto, entran en vigor las denominadas Normas de Relación, que encargan al INDER la misión de representar ante el Estado a la FCPD, brindarle “apoyo material, financiero, político y de asesoramiento científico-técnico” y supervisar proyecciones públicas de la misma, como la participación en eventos, las relaciones con entidades afines en el extranjero y las publicaciones.
Cumplidas las referidas formalidades, y en la medida en que se conseguía adelantar en la creación de las estructuras de dirección territorial, se marchaba en forma paralela en la implantación de la gestión de autofinanciamiento, que en buena medida liberaba al órgano de relaciones de una de sus funciones, justo al comienzo de un período en que los recursos monetarios y en general materiales, iban a afrontar crudas carencias.
De acuerdo con los estatutos de la FCPD, las fuentes del patrimonio social podían ser varias, pero en la práctica la aplicada con sistematicidad ha sido la cotización de los miembros, mientras las gestiones económicas autónomas son en general poco alentadas. No obstante, la organización de los pescadores deportivos cubanos ha podido desempeñarse con fluidez siempre que su actividad financiera se ha llevado a cabo con disciplina.
Sobre la base de evidencias documentales, es posible afirmar que al vida orgánica de la Federación Cubana de Pesca Deportiva se activa desde el 11 de enero de 1990, cuando en la ciudad de Bayamo los presidentes de las filiales provinciales, presentes en la ciudad en ocasión de la celebración del torneo de pesca de la trucha Incendio de Bayamo, se constituyen en Pleno y eligen un Ejecutivo Nacional para presidir el cual es votado Gustavo Iglesias Pravia, un prestigioso pescador deportivo.
Justo un año después y en el mismo lugar, efectúan un encuentro similar al anterior, con la presencia del vicepresidente del INDER, Alberto Juantorena, y una nueva Dirección Ejecutiva nacional es elegida, la cual quedará bajo la presidencia de Alberto Puig de la Barca, funcionario del organismo rector del deporte nacional. Conrado Martínez Corona, titular del INDER en esas fechas, emite una carta circular el 27 de mayo de 1991, reclamando el apoyo de las direcciones provinciales y municipales de Deportes a la emergente Federación, “teniendo en cuenta su importancia política y recreativa”.
Durante la siguiente década, la FCPD se extendió paulatinamente a la casi totalidad de los municipios cubanos. Una de las escasas excepciones fue la Ciénaga de Zapata, a la cual se le denegó persistentemente la autorización para crear su filial, sin que se halle explicación alguna a esta exclusión en actas de Plenos y reuniones de la organización a las cuales el autor tuvo acceso como periodista e integrante de la directiva nacional de la asociación.
La esencia de la Federación Cubana de Pesca Deportiva estaba centrada en un calendario de competencias, en las cuales fueron más favorecidas las de la pesca de la Aguja, principalmente el Hemingway Nacional, aunque igualmente fueron importantes las efectuadas como fases eliminatorias de esta en la provincia Ciudad de La Habana y el municipio La Habana del Este, todas con sede en Cojimar. Los Festivales Nacionales de la Pesca del Pargo Criollo tuvieron una larga y entusiasta vida en la provincia de Matanzas antes de su decadencia, y los eventos de la Trucha prosperaron al punto de que abundan los años en que cuentan con más de un certamen nacional, como ocurre hoy día.
Los críticos años del llamado “Período Especial” dejaron en la afición a la pesca una confusa simbiosis entre deporte y mercado. Afortunadamente, fueron muchos los que no perdieron la capacidad de discernir entre lo que trajo a la cotidianeidad el reto de la supervivencia y los valores que había que preservar en la actividad amateur: el entretenimiento, el uso culto del tiempo libre, el estímulo a la confraternidad, el intercambio de vivencias que consustancian la familia. Las enseñanzas que en la naturaleza sustentan el sentido de pertenencia, el amor al país, la voluntad de cuidar el medio, el compromiso, en fin.
Desde 2005 la organización de los pescadores deportivos cubanos experimentó un salto cualitativo con consolidación del vínculo con las estructuras de base, la implementación de un sistema integral de normas de funcionamiento, la convocatoria de nuevos torneos, varios de ellos sufragados por los propios participantes, en los que se incluye la introducción en Cuba de la pesca a mosca, en los certámenes Zapatafly, auspiciados de conjunto por la Federación y el Parque Nacional Ciénaga de Zapata, a los cuales se asocia la realización de un taller teórico sobre el deporte del sedal y los anzuelos, sin antecedentes en el país.
La creación de un Programa de Estudios de Pesca Deportiva, que ya provoca interés en instituciones encargadas de la formación de guías y especialistas de pesca para el turismo, y el acercamiento al sector científico en cónclaves como los pasados Pesca 2007 y Humedales 2009, avalan la vitalidad y certifican una clara proyección de futuro en la asociación de los aficionados a este deporte.
En años recientes, la Federación Cubana de Pesca Deportiva mostró capacidad técnica, ética y de gestión para enfrentar con éxito un desorientado intento de disolución, y desde entonces puede afirmarse que la asociación está lista para ajustar sus objetivos a la pesca sin ánimo de lucro, la educación ambiental y la promoción de certámenes cuyo prestigio y organización atraigan competidores del resto del mundo, quienes además de pescar en Cuba, vendrán al país por el placer y el honor de pescar con los cubanos.
HISTORIA NATURAL DE (UN) MACAO

En casa vivió un macao varios años, no me pregunte cuántos. Yo diría que demasiados años para un animalito que llegó desde la costa en una bolsa de tela con otros de sus congéneres, destinados todos a ser usados como carnada para rabirrubia o caballerote.
El macao es un crustáceo bastante común en Cuba, que en otras partes del mundo es llamado cangrejo ermitaño. Tienen en el extremo posterior de su cuerpo una bolsa carnosa y delicada que parece ser el manjar que busca cada hambriento en la vecindad de las aguas. Para sobrevivir, deben proteger esa bolsa dentro de una armadura ajena. En el país lo más común es la concha de un molusco llamado sigua, que abunda en la orilla del mar, aunque en ocasiones usted los descubre muy orondos llevando a cuestas la casa de un caracol de agua dulce y ello proclama que el señor macao ha tenido este año largas andanzas. En muy contadas ocasiones se les ha descubierto envueltos en algo tan inusual como la tapa roscada de una botella de ron.
Los macaos que llevamos a casa tuvieron sus dificultades. Como pasaron algunos dias y la pesquería proyectada no se efectuaba, sucedió que las siempre alertas hormigas dieron con los crustáceos, encerrados por aquellos dias en una caja plástica, y provocaron una repentina y al principio incomprensible mortandad. Por supuesto que costó trabajo darse cuenta de la causa por la cual aparecían los animalitos muertos, fuera de su concha, algunos con su blando vientre cercenado.
Cuando se descubrió que todo era obra de los inocentes insectos, a cuyo alcance se colocó un manjar privado de libertad para defenderse, eran muy pocos los que quedaban. Ellas, las hormigas, llegaban en grupo, entraban en las conchas y clavaban las tenazas en lo más blando del macao. Y el pobre ermitaño se quita el ropaje, que le arde encima, y queda su frágil cuerpo expuesto a las depredadoras. Carne para el hormiguero. Los que quedaron, se usaron para lo que fueron colectados. No obstante, uno se salvó, escapado, libre, y en movimiento ya las hormigas no pueden sorprenderle.
Vivió el macao en el patio semanas antes de ser descubierto. Herramientas en reposo, tablas destinadas a un mueble que no se hizo, botellas de ron y cerveza de pasados jolgorios fue desde entonces el paisaje de Macao, que recibió por nombre propio su nombre común y fue animalito doméstico donde un perro ni un gato lo habían sido, y donde una manada de lagartijas, una rana ocasional hacían las veces de obreros del control biológico, con gran eficiencia y mucho reconocimiento de los humanos del hogar.
Macao no acepta mimos ni come de la mano de nadie. En el orden afectivo, lo más que ha llegado a hacer es a no meterse despavorido en su concha cuando siente cerca de sí los pasos de alguien. El niño de la casa le tiene como un juguete, pero aprendió bien pequeño que los animalitos de esa especie tienen pinzas no por adorno. En esa ocasión hubimos de explicarle al bebé que no, que ningún animal es en sí malo por el hecho de provocarnos un dolor. Ni las picadas de avispas, ni la mordida de un perro son otra cosa que respuestas naturales a alguna acción inapropiada del humano. Macao se defendió porque se creyó agredido y estuvo a un tanto así de acabar en la punta de un anzuelo.
Nadie tenía intención de comvertir un bicho tan raro en animalito de compañia. Simplemente estaba ahí, viviendo en sus rincones sin meterse con nadie, demasiado poco él para que interesara echalo en la bolsa de avíos para pescar, teniendo otras carnadas y señuelos más apetitosos. Por otra parte, pasaba temporadas enteras ausente, como si hibernara en los 34 grados a la sombra de un agosto habanero, o hiciera retiro espiritual durante la época en que su especie se reúne para procrear en las rocosas orillas del Caribe.
Otros dias aparece y toma la casa para sí, recorre de la sala al balcón, finje estar escondido por dias y dias detrás de una maceta. Busca un zapato y se vuelve adicto a mordisquear plástico y falsa piel, costumbre doblemente mala porque puede provocarle problemas gástricos y hacer que el dueño del calzado tenga que invertir otros improbables treinta dólares en presentarse presentable en uno de esos sitios.
Se le permite subir al viandero y disponer para sí de un plátano maduro o de alguna papa. Es su derecho. Muchas veces se ha pensado llevarle a la costa y darle la libertad, pero siempre existe la duda de si con tanto tiempo viviendo en una cuarta planta recordará todavía las reglas de subsistencia entre arrecifes, al borde del oleaje, junto a decenas de macaos. Al final tendrá que suceder, pues los animales no tienen otro destino sino vivir en la naturaleza.
Buscándolos en la costa, hay épocas en que parece que todos se han ido a otra región del planeta. Incluso en lugares donde son tradicionalmente abundantes, como las costas de Guanahacabibes, o en Playa Girón, Cienfuegos o la Isla de la Juventud, localidades todas con costas al sur de Cuba donde hemos estado de pesca, se comprueba que este crustáceo terrestre tiene una clara tendencia a la territorialidad, como si los sitios convenientes para la especie debieran tener una característica específica en la que no hemos sabido fijarnos.
Llega uno a un tramo de monte costero y los descubre sin dificultad. Aun si andan silenciosos, su misma precaución al tratar de protegerse del humano que se acerca hace que el movimiento de esconderse en la concha sea lo que los descubra. Por lo general los buscamos en oquedades de troncos viejos, como la uva caleta, por ejemplo. O en la hojarasca al pie de un arbol. O trepados hasta el mismo haz en que brotan las pencas de un guano de costa. Se encuentra un área donde están agrupados, y luego se atraviesan varias hectáreas de terreno boscoso donde es raro hallar alguno.
Durante el verano hay una época en que el macao se agrupa y viaja hacia la costa para el desove. Dos veces lo hemos visto: una vez en Playa Girón, otra vez al oeste de Playa Antonio, en la península de Guanahacabibes. Vienen del monte, se reunen quien saben de cuanta distancia y de qué disímiles direcciones, pero ya cerca de la orilla del mar bajan en una columna no más ancha que unos pocos metros, agrupados, exhibiendo muy disímiles conchas, como viajeros que de diferentes regiones del planeta se dieran cita para una importante convención. La primera vez que lo presenciamos, uno sintió asombro pues la mayoría venia con conchas de caracoles que solo hemos visto en los embalses de tierra adentro, pero no había ningún cuerpo de agua dulce inmediato allí donde nos encontrábamos.
La agrupación de macaos es notable. Bajo los arbustos de la orilla se apelotonan. Tal vez ahi tienen sus intercambios de sexos opuestos para prolongar la maravilla de la vida. Tal vez luego hacen como los cangrejos, que desovan en el agua. Tal vez las larvas suben a la orilla un amanecer cualquiera y avanzan tierra adentro. Demasiados tal vez para un párrafo, pero lo cierto es que del macao sabemos poco los que usamos de él para pescar. Hay algunas personas que este saber lo usan para recoger a paladas los macaos concentrados, envasarlos en sacos y venderlos. En el muro del Malecón de La Habana se vio una vez este comercio. Inocente puede que sea, búsqueda de vida para alguien que no tiene otras luces, pero con lo poco que se sabe de este recurso puede que se esté poniendo en peligro el animal, la especie. Puede.
Cuando se está en la orilla y no hay oleaje fuerte, la picada es escasa y uno puede entretenerse remirando las oquedades del diente de perro donde el agua lame y se retira, lame y se retira..., se ven a veces hasta cientos de caracolillos del tamaño de un perdigón, con ínfimas patitas. En algún momento nacieron estos macaos, hallaron conchas tan pequeñas para su vestidura y se dedicaron a alimentarse junto al agua. Es un misterio. Todo lo más, uno puede anotar que cangrejos de ese tamaño no viven en despoblado. Las conchas, su aspecto de piedrecillas movidas por el agua, les hacen nada apetitosos para las vigilantes aves de la orilla.
Pero ellos crecen, vaya si crecen. Llegan a necesitar conchas de ciguas de 10 o 12 centímetros de diámetro para meter sus cuerpos, sus pinzas poderosas. Ellos se amontonan en un comejenero cercano al suelo y es un festival lo que arman rascando el globo de oscuro lodo, pacientemente construido por los insectos. ¿Buscarán los insectos para comerlos? Nada me extrañaría, aunque sería notable tan amplio espectro alimentario. Ellos -usted debe estar prevenido- tienen a veces una desagradable predilección por los excrementos. Ahora no hay ninguno aquí; un mamífero de cualquier clase concluyó en el mismo sitio su vigente proceso digestivo, ahora hay dos docenas aquí. Dicho sea esquemáticamente.

NOTA: No abunda la información acerca del Macao. En la revista cubana Mar y Pesca, edición de noviembre de 1980, hallamos en la página 32 que su nombre científico es Eupagurus predeauxi. Debe existir más de una especie, presumimos.

Yordi Cunill, de los Mallorquines de Jaimanitas
Tuvieron que salir en la prensa. Porque esos mallorquines de Jaimanitas tenían que estar un poco locos. De audaces y experimentados en asuntos de mar, al parecer en esa ocasión se les escapó el límite: trataron de cobrar una ballena desde un yatecito de pesca deportiva de sólo 26 pies de eslora.
Un día de principios de 1953, cerca del mediodía, estaba el Puerto Príncipe II agujeando a la altura de la playa de Santa Fé. Iban a bordo Jorge Yordi Cunill Álvarez, su hermano José, el sobrino, Carlos Valdés Cunill, y Andrés Estrada, Mamito. La ballena aparece y ellos le calculan 60 pies de largo; es decir, que comparan la talla del animal con la eslora de su barquito y se dan cuenta que la proporción es dos veces y media a favor del contrario.
Aún así se decidieron a la aventura de arponearla, tal vez por la seguridad que les daba contar con 400 brazas de cable. Lo hicieron, el animal les rompió de un coletazo cuatro tablas y a pesar del cable y de una segunda cuerda que usaron, no la podían detener. La ayuda del Bahía –otro barquito de pesca de la zona- les salva del naufragio y el arreglo del daño les cuesta 600 pesos, una cantidad de dinero por la cual en aquella época podía pagarse la construcción de una embarcación que hoy sacaría lágrimas de gusto a cualquiera.
De ninguna manera iba a pasar desapercibida tal historia, en una época en que para tratar los temas de la pesca recreativa había al menos dos revistas, sin contar las secciones que publicaban otros medios y hasta un programa en la televisión. El relato puede leerse todavía en la Biblioteca Nacional “José Martí”, en un ejemplar muy bien conservado de la vieja revista Fotos (edición de marzo de 1953, página 16. El artículo se titula, precisamente, “Yo arponeé una ballena”).
La familia que protagoniza esta aventura tiene su origen el día que Guillermo Cunill Alberti abandona su aldea de Bañarbufar, en la costa de Mallorca, y otro día desembarca en La Habana para vivir, como muchos que cruzaron de igual modo el mismo océano, toda una vida al alcance del salitre y el eco del oleaje sobre las piedras del litoral cubano. La primera casa estaría en un barrio llamado del Pescante, sobre la orilla de la bahía habanera. Luego estuvo “un tiempito por Santa Ana y la playa de Marianao, donde estaban los baños de Tuero, que en verdad eran ya de Cunill, casado con Josefa Álvarez Tuero”.
La continuación de la biografía familiar de los Mallorquines de Jaimanitas me la está contando Jorge Cunill del Monte, Yordi como su padre, casi dos décadas después de haberle conocido en alguno de los torneos de pesca de agujas de todos estos años. En la playa de Marianao tuvieron los abuelos Guillermo y Josefa sus nueve hijos; con ellos en 1914 se mudaron para una casa construida en la costa oeste de la desembocadura del río Jaimanitas, la vivienda se las tumba el ciclón del Valbanera (septiembre de 1919) y de ahí se trasladan a la orilla opuesta, en la playita de Jaimanitas.
Eran -¡qué otra cosa serían o habrían querido ser! – “pescadores única y exclusivamente. Con faluchos y con artes de red: trasmallo, chinchorro... pescando generalmente para abajo, hacia el lado de Pinar del Río”. Para las faenas se hicieron de dos barcos, el Guillermito y el Jorge, de pesca a la vela, sin motor, que también fue tradición de los Cunill la carpintería de ribera.
El episodio de la ballena no fue un hecho aislado. Cunill cuenta que en cuatro ocasiones arponearon grandes ejemplares de pez dama, en el año de 1926, por el treinta y pico, el 1950 y el 55. La razón era que los exhibían y con ello ganaban algún dinero extra. El del año veintiséis se montó en un carro de tren y se exhibió por toda Cuba. Un año lo vendieron al Coney Island. Pero no se ganaba mucho, porque había que hacer algunos gastos, como el formol para demorar la descomposición, y pagarle a varias personas, entre ellos los vecinos que soportaban el mal olor, la guardia rural y los que cuidaban la carpa donde lo exhibían.
El Puerto Príncipe II se incendió el 4 de diciembre de 1958 mientras se abastecían de combustible en el muelle del club Biltmore; pero con lo que quedó del casco construyeron una nueva embarcación. Había sido construido en 1944, con madera de las majaguas que derribó el terrible ciclón de ese año. “Hicimos convenio con el Habana Biltmore Yacht and Country Club: mi padre puso la madera y la mano de obra para dos barcos y ellos ponían el resto de los materiales. Se hizo primero el Puerto Príncipe I, para ellos, y luego el de nosotros”.
Cunill del Monte recuerda que había propuesto bautizar el nuevo yate con el nombre de Cenizas, por las circunstancias en que había surgido, pero un amigo de su padre, llamado Miguel Humara, les propuso que le llamaran el Miyor, por la combinación de las primeras sílabas de su propio nombre y las del alias del propietario. Yordi, el actual, dice que Humara y su padre habían sido amigos desde niños, a pesar de que el primero provenía de una pudiente familia, propietaria de varios negocios, incluida una planta de televisión y una tienda de electrodomésticos que representaba en Cuba a la RCA Víctor.
“Miguel Humara era una persona muy decente y sencilla”, dice. Durante un tiempo él y su padre hicieron un arreglo, Humara pescaba en el barco de Cunill sábados y domingos y todas las tardes en época de casteros, y a cambio pagaba todo el mantenimiento y el combustible del año y entregaba el pescado.
Ernest Hemingway, quien dos décadas antes que los mallorquines también había tenido su aventura ballenera frente a la costa cubana, mencionaba en 1935 a Jorge Cuni entre los guías de pesca de agujas de La Habana a quienes consideraba “altamente recomendados”. En principio pensamos erróneamente que la forma de escribir ese apellido era propia de los problemas de Hemingway con la lengua de Cuba, pero la sección “Tiro, Caza y Pesca” del Diario de la Marina, comentaba el martes 17 de junio de 1952 la ausencia al torneo Hemingway de varios yates del Habana Biltmore Yacht and Coutry Club, “entre ellos el Puerto Príncipe, en que siempre actúa de guía el famoso mallorquín Jordi Cuní”.
La referencia de Hemingway a Cunill aparece en el capítulo “Marlin off Cuba”, que es el segundo capítulo del libro American Big Game Fishing, donde anota que era posible hacer contacto con este guía a través de Julio Cadenas en el Havana Yacht Club. Cunill, nuestro entrevistado, confirma que su padre por mucho tiempo fue el patrón del barco de Julio Cadenas, quién era esposo de una hermana de Thorwald Sánchez, un pescador famoso de aquellos años.
Yordi Cunill Álvarez, fue en 1926 a Miami a pescar con Tommy Gifford, uno de los hombres a quienes la tradición identifica entre los iniciadores del desarrollo técnico que alcanzó la pesca mayor. En 1935 después de que Hemingway capturó los dos primeros atunes en Bahamas, Gifford guió a Sewyn Kip Farrigton y capturaron tres más, de 330, 400 y 545 libras, de acuerdo con la información que el propio novelista brinda en su crónica “He who gets slap happy”, publicada por la revista Esquire en agosto de ese mismo año.
Jorge Cunill del Monte, el Yordi que me cuenta esta historia, había cumplido 57 años en 1999, cuando tuvimos la primera entrevista formal; al pasar diez años se revisarán las notas y tal vez el periodista haga alguna nueva pregunta, pero lo esencial de esta conversación fue dicho de año en año, en los cortos y rápidos diálogos que se tienen con la gente que llega al muelle en los días de torneo, después de nueve horas en la Corriente del Golfo buscando el pez del día para hacer el mejor papel o hacer que lo hagan otros a quienes se lleva en el barco.
Ayudante a bordo desde niño, en temprano contacto con la pesca trolling; dicho a su modo: “Estorbando en el barco". Luego como marinero. Siempre pescando a la vara, a pesar de su oficio. Incluso hubo ocasiones en que usaba el equipo deportivo porque era mas rápido coger dos pescados y venderlos temprano en el mismo Cojimar a compradores que pagaban a 25 centavos por libra, en lugar de llevarlos luego a la Plaza del Mercado y cobrar a 7 centavos la libra. Al triunfo de la revolución, patrón de un barco de pesca comercial, hasta que mandar un yate turístico de pesca fue otra vez un oficio.
Hay pocos hombres en Cuba con quienes se pueda hablar de la historia de la pesca mayor como con Yordi Cunill del Monte. Dice que los primeros pasos en la pesca se nutrieron de la experiencia de un pescador aficionado llamado Julio Sánchez, cuyo segundo apellido es Laurent, que fue el capitán del equipo Cuba en el torneo del atún de Cat Cay, Bahamas.
“Según contaba mi padre –relata Cunill- aquí los pescadores hacían la pesca de agujas profundada. Usaban tres avíos: el hondo, la mano y el corto. Veían los pescados pasar los pescados aboyados, pero esa aguja generalmente come poco y ellos tenían la teoría de que ese pescado no comía. Según mi padre contaba, Julio Sánchez, en Miami empieza a ver el lío de la pesca con vara y sale a pescar y trae el bichito de esa pesca. Hasta trajeron un molde para picar la barrigada del bonito y empiezan a hacer al pesca al curricán con vara. Eso fue por los años veintipico”.
Julio Sánchez es hasta ahora el primer cubano inducido al Hall de la Fama de la International Game Fish Association, IGFA. Graduado de ingeniero eléctrico en los Estados Unidos de América, sus conocimientos técnicos los aplicó tanto al ámbito profesional como a la pesca deportiva, en la que introdujo algunas innovaciones que fueron aprovechadas por la firma fabricante de avíos Tycoon en la producción de una línea de varas y carretes.
El entrevistado se confunde al suponer a Julio Sánchez Laurent casado con Ernestina Tina Sarrá –“¡clase de pescadora que era esa mujer, flaco!”-, pues se conoce que aquel realmente se casó con una norteamericana (*) y se quedó a vivir en Miami Beach, Florida, aunque participó como cubano en los más importantes concursos de pesca de su época, como el Cat Cay Tuna Tournament, que ganó en 1939 en Bahamas, y el International Tuna Match de Wedgeport, Nueva Escocia, donde lideró los equipos de Cuba que ganaron los campeonatos de 1938 y 1947. Quién se casó con Tina Sarrá, heredera de una droguería que en 1900 había sido considerada la segunda mayor del mundo (**) fue Thorwald Sánchez Culmell, primo del anterior e igualmente un muy aficionado pescador, primer representante en Cuba de la IGFA.
El Puerto Príncipe II se alquilaba para la pesca. Con la seguridad de lo vivido, Cunill asegura que en La Habana los barcos que sacaban turistas a pescar eran dos: en el río Almendares, el Caimán III, de Charles Roca, del que Julio Arocha era marinero, y aquí en Jaimanitas el Puerto Príncipe II. Se le pregunta con muy sutil intención cómo conseguían los clientes, si alguna agencia se encargaba de enviárselos, lo que da pie a Yordi para una de sus buenas explicaciones.
“Fácil. Estaba el Hotel Nacional de Cuba. El chofer de alquiler con sus carros particulares, el de la carpeta, el camarero, el cantinero, los que trabajaban para el turismo; los turistas preguntaban donde conseguir un barco y pescar, y ellos les indicaban. Así ganaban una comisión de 5 pesos por traernos clientes. La sesión de pesca costaba 30 pesos, de ocho de la mañana a 12 del día, a veces un poco más tarde si estaba floja la picada. Se pescaba muy poca aguja, porque la mayoría del turismo venia en invierno y cogían mas peto. Algunos peloteros, cuando terminaban la temporada, venían y alquilaban”. A continuación explica: “No podías vivir del alquiler nada mas; también había que pescar para el mercado. Había mucho pescado, pero no valía nada en la Plaza”.
Estilos
“Decíamos que en La Habana había varias escuelas de pescadores de agujas: la de Jaimanitas, de la que formaban parte el Mallorquín y Carlos Valdés, pescadores a vara y carrete, y la de Julio Arocha en el río Almendares, que mi padre y los buenos lo mencionaban. No te puedo decir si uno u otro es mejor. Ni yo mismo sabría decirte ahora en que se diferencian. Si se arría el pescado o se fuerza más, o quien pesca con más o con menos freno”. Afirma Cunill que las diferencias en el procedimiento aplicado por cada pescador en particular al lidiar un pez de pico en forma deportiva se daban incluso entre aficionados que pescaban juntos por años: “Los hermanos Pepín y Luis Aizcorbe eran distintos, como distintos eran Bebo y Cuco Kohly”.
“Aquí ha habido muy buenos patrones y muy buenos marineros, pero a lo mejor no podían coger una vara en la mano. Te puedo hablar de los años 50 en que la pesca mayor cogió auge. Hubo pescadores buenos y los hubo charlatanes. Para mi las dos mejores varas de Cuba fueron Raúl José Pepin Aizcorbe y Pedro Pablo Bebo Kohly. También Emilio González Chávez fue bueno y no sólo por el record de las 14 agujas; (Ignacio) Macía, con hilos finos; (Gustavo) Doria, el peluquero...” (“El que ganó el primer Hemingway en 1950”, le atravesamos, para hacernos los sabios, pero mueve así la cabeza y sigue el relato).” Los Kohly eran expertos, desde reparar un carrete a buscar carnada y prepararla. Pepín y Luis Aizcorbe, los Kohly, Julio Sánchez, Tina Sarrá, Ramon del Collado, Pepe Álvarez, del Pinky...”.
“Un pescador puede saber toda la teoría, pero hay cosas que no se pueden enseñar”. Para Jorge Cunill del Monte lo principal que tiene que atender un pescador de agujas es, primero: avio totalmente compensado. Si vas a usar línea 30, no pongas anzuelo mayor del número 8. Segundo: La carnada artificial es algo diferente de la natural y no hablemos mucho de ella. Con la natural creo que en los años que llevo pescando no le he tirado a dos pescados iguales. Tercero, que en el troleo no hay estilos. La regla general es pescar cerca del hilero de corriente. Buscar que haya vida en el mar: el sargazo, el pez volador… donde se empieza a sentir el pescado. Con corriente pa'bajo se pesca más abierto. Con “corrientazo” duro se pesca más afuera. Y en ningún caso dejar la línea en banda.
“Algo de los métodos modernos a lo que le encuentro cierta desventaja es a la multitud de líneas con señuelos que ahora se acostumbra a emplear en esta pesca. Cuando pica un pez, hay que retirar todas las demás líneas del agua antes de girar para perseguirlo y comenzar a lidiarlo. Si se pierde tiempo, el pez puede romper la línea y escapar; si no se retiran las líneas con suficiente celeridad, puede haber enredos, líneas partidas, señuelos perdidos e igual puede escapar el pez. Más señuelos en el agua atraen más peces, sin embargo. Siempre existió la teoría de que un castero lo pega cualquiera, pero no lo coge cualquiera. Una aguja no la pega cualquiera, pero la coge cualquiera.
“Cuando comenzaron los torneos internacionales, por lo menos yo, aún sin montarme en un barco de ellos, me di cuenta de que estábamos atrasados. Nos habíamos ido quedando. Luego en estos años se ha adelantado, independiente de que no existe ese pescador deportivo, se va conociendo las técnicas que hay. Una de las cosas que aprendí en el torneo de 1978 fue a usar una regulación de freno más firme, le pierdes el miedo a que te partan el hilo. Cañona, como decíamos antes. Si hace cuarenta años se hubieran usado las técnicas de pesca de hoy día, las capturas hubieran sido el doble. Antes se usaba mucho destollo y mucho anzuelo grande. Se fallaba mucha aguja. Ahora los barcos tienen mejor maniobra, hay cuqueadores más sofisticados. Hace cuarenta años el que saliera a pescar y no viera siete u ocho agujas en un rato y enganchaba tres o cuatro, volvía a puerto disgustado.
“En la pesca de la agujas jamás te encuentras dos pescados que hagan lo mismo. A veces vienen a jugar con la carnada como el gato. Por eso al aficionado le gusta tanto, porque nadie puede decir que llegó a dominarla. La suerte influye: puede haber pescadores muy buenos y otros muy malos, y estos un día coger y los otros no, pero al mes los buenos cogieron más. La pesca te puede gustar mucho y nunca llegar a ser un buen pescador, y viceversa”.
Yordi Cunill cree que no tiene grandes récords personales en la pesca deportiva: “Sé que ganamos varios torneos nacionales representando a la Pesca. De los internacionales ganamos uno con Volvo Penta, en el yate Emperador, donde fui como marinero. En el Hemingway Internacional de 1978, pescando en un Piraña, que era un barco chico, cogimos más pescado que cualquiera en dos días, pero nos descalificaron por llegar tarde al pesaje”. El recuento sigue con dos concursos ganados con equipos del cuerpo de Guardafronteras, uno por Miguel Bermejo y otro por él mismo. El de los angolanos. El que se ganó en el Costa Azul; el de los alemanes en el Alloy Sea. También un torneo Blue Marlin con Roberto Cabañas en el Aquiles.
Los registros oficiales -en realidad datos acopiados entre coberturas periodísticas y viejas revistas, resguardados, resumidos y revisados una y otra vez- revelan que Cunill estuvo en el equipo del Sindicato de la Pesca que en 1975 ganó el Hemingway nacional con cuatro agujas y una señalada labor de su compañero a bordo, Jorge Yoyi García. En 1978 vuelven a estar juntos, pero entonces representan al Ministerio de la Industria Pesquera (MIP) y toca a Yordi Cunill la placa de mayor acumulador individual de puntos, sumando 169 de las 203 libras que dio el equipo a cambio del trofeo Hemingway, además del record de aguja de abanico de la competencia, con una pieza de 28,4 kilogramos (62.5 libras). En 1986, mismo torneo, pero representando a la Academia Naval, cobra el primer día un dorado de 46 libras y media que todavía es record del evento para su especie.
En los eventos anuales de pesca convocados por la Marina Hemingway, las mejores marcas del competidor Jorge Cunill del Monte ha sido la conquista del trofeo máximo del XLI Torneo Internacional de la Pesca de la Agujas Ernest Hemingway, a bordo del Costa Azul, con 351 libras de captura a las que aportó 307, que le representaron el título de campeón individual, y el resto fueron de su compañero Orlando Mir. Poco antes del cierre de la competencia en 1988, Cunill y René Bustamante lidia al unísono un parete de casteros y los sacan. El del Mallorquín pesa 171 libras y recibe por él el premio a la aguja mayor. No es lo menos importante en su currículo haber sido el estratega de la victoria alemana en el Alloy Sea, ganando el Hemingway internacional por medio punto, justamente en 1997, el año en que se aplicaron por primera vez las reglas del marcado y suelta en Cuba.
Después de haber estado todo ese tiempo en todas las posibles posiciones a bordo durante los concursos de pesca de agujas, Cunill tiene un criterio para los torneos internacionales: “Se sabe que este es un evento turístico; antes celebraban el Torneo de Patrones, u otros, se mencionaba siempre patrón, marinero, nombre del barco... y ahora no se está dando estímulo a estos, y el cincuenta por ciento o más de los resultados corresponde a ellos. El mejor pescador, si no tiene respaldo de la tripulación, no puede hacer nada. Quienes encarnan son siempre el patrón o el marinero. En el momento de anzolar le corresponde al pescador el 80 % del trabajo; después es más del 50% tarea del patrón y los minutos en que el pez se halla a menos de 10 metros del barco es 80% del patrón y menos del pescador. Mientras que el pescador está durmiendo, el patrón y el marinero tienen que pugilatear la carnada”.
“Mi primer premio fue en un torneo de Patrones en el río Almendares, con nueve años de edad, por la aguja más chica. Una copita de plata. La pesqué con una vara Tycoon de madera y un carrete Ocean Side del 4/0”. Su pez mayor a vara y carrete fue de 483 libras, limpio.
Le he pedido a Jorge Cunill del Monte que me cuente de los torneos Hemingway, de todos, porque de alguna forma él estuvo en todas las épocas: cuando algún competidor salía en el Puerto Príncipe II, y él acompañaba al padre, para “estorbar” un poco a bordo. Cuando le tocó asistir a los nacionales, y a los internacionales, por supuesto, que acabaron por ser parte de su empleo una parte de cada año: “Los de los años cincuenta tenían muy buen ambiente. No recuerdo que se pagara la inscripción, pero sí que el tenía que ser socio de un club para poder participar. Los nacionales de los primeros años eran más bien un premio que se les daba a los trabajadores destacados por sus sindicatos. Muchos de ellos nunca habían visto una vara. Después empezaron a hacer buenos torneos. Y los internacionales eran muy buenos torneos; los de 1978, 1979, tremendos torneos: calidad de pescadores, calidad de barcos, calidad de todo”.
(*Nota: las citas marcadas con asterisco fuero tomadas de Guillermo Jiménez, Los propietarios de Cuba 1958, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, página 507).
Las muchas suertes de Arocha

La cuarta parte de las capturas que desembarcaron durante el torneo nacional Hemingway de 1969 llegaron a bordo del Dorado, la embarcación que mandaba el patrón Julio Arocha Garrido. Puede que en esas fechas sorprendiera que un solo barco cobrara seis agujas en una jornada, o que en las tres sesiones de pesca de aquel evento terminara con un récord de 11 peces de pico a cuenta del equipo de la Marina de Guerra Revolucionaria. Una década más tarde asiste al certamen como pescador y se convierte en el obstáculo que impide un segundo triunfo consecutivo al excelente equipo de la Industria Pesquera, integrado por Jorge Cunill y Jorge García.
Con Arocha nos entrevistamos en 1990, cuando conducía un yate nombrado Gregorio Fuentes, que había estado entre los equipos punteros del Grand Slam del Caribe. Creímos entonces la noticia de que se jubilaba, pero en 2008 nos enteramos por un despacho de prensa de que había estado como jurado del Hemingway internacional.
Muchos pescadores, y casi toda la gente que no se interesa por este deporte, creen firmemente en el papel que desempeña la suerte en las pesquerías. Pero no solo con suerte se hace carrera como capitán y guía de pesca deportiva.
Periodista: ¿En qué forma entra usted en contacto con la idea de crear un torneo internacional de pesca por la Copa Hemingway?
Arocha: Lo primero que hice en la vida fue pescar a palangre en el río Almendares; luego me retiré de ese trabajo y empecé con el doctor Charles Roca Casuzo, en un yate nombrado Caimán III que dedicaba a alquilarlo a turistas para la pesca; ahí comencé a adquirir conocimientos de lo que es la pesca de la aguja a vara y carrete. Eso fue antes de la fundación de los torneos, por el año de 1940. En el 44, cuando el ciclón, ya yo estaba en esa tarea, muy jovencito.
El barco se dedicaba al alquiler de turistas para pesca de agujas, peto, aguja, tiburón, siempre troleando, con vara y carrete. Este avío se usaba bastante aquí en La Habana.
Precisamente con ese barco, con el Caimán III empezamos a pescar en el Club Internacional de la bahía (Club Náutico Internacional de La Habana) pescamos varios concursos. Legamos a segundo, tercer lugar, nunca el primero, pero bueno, tuvimos premios. Siempre con Charles Roca, hasta el año 49. Luego comencé con Emilio González Chávez en el Mara.
En el Mara es que participo en el Hemingway, en el Mara II. Siempre de patrón.
Periodista: ¿Cuáles son sus recuerdos de los torneos de 1950-60?
Arocha: Bueno, aquí se daba el concurso de Ramón del Collado, se llamaba el Tutankamen, y se daba en el río Almendares, de propaganda del Ron Tutankamen. Eran tres días de pesca, ese fue anterior al Hemingway.
Luego surge uno que se llamaba Interclubes. Cada club daba también su concurso y nosotros participábamos con el Mara II.
Periodista: ¿El Hemingway, en relación con los otros torneos, era destacado?
Arocha: Era un torneo más, a pesar de su calidad. A los otros veían también pescadores de afuera y un grupo de cubanos que iba a pescar al exterior Mayito Menocal, Elicín Argüelles... Me embullaban para ir, pero nunca me interesó ir afuera.
Periodista: Hablemos del torneo de 1960.
Arocha: Ya en el año 60 yo había pasado a trabajar para el INIT, en Barlovento. Cuando viene el concurso de Blakamán me llama para ir a trabajar en el yate en el que saldría el Comandante en Jefe. Se le explicó la técnica, la aprendió enseguida y cogió cinco agujas. Lo más destacado de aquel torneo fue el último día, que se le explicó a él que había que soltarle un poco a la aguja para que comieran la carnada, entonces la última aguja que vino él prácticamente cuando la aguja tomó la carnada él le arrió muy poco y la enganchó por el nacimiento del pico y en menos de 10 minutos ya estaba la presa dentro del barco. El no ha vuelto a concursar, pero sí ha salido algunas veces al mar, ha vuelto a pescar nuevamente.
Periodista: ¿En cuanto a la participación suya en los Torneos Nacionales de la Aguja iniciados en 1963?
Arocha: Participé durante varios años. En el 79 ganamos con la Marina (de Guerra Revolucionaria), el compañero Angelito, Jiménez Yero y Julio Arocha..
Periodista: Quisiera hablar de la captura de 14 agujas y el castero de 682 lb.
Arocha: El día del castero salimos del río Almendares como a las 3:00 pm era un día lloviznoso y como a las cuatro de la tarde frente al Morro se cae la línea, teníamos de carnada una barracuda como de cuatro o cinco libras ya que se trataba de buscar una presa grande; al caerse la línea, pensamos que se había caído casualmente, entonces Emilio González Chávez aguanta la línea con la mano en el carrete y me dice: “Julio, es un pescado”, y le respondo, “déjalo correr”. Déjalo correr es soltarle cordel para que tragara. Se libera el freno. Entonces yo aguanté el barco y estuvo soltándole. Yo no pensé que fuera un pescado grande (u castero grade), pensé que fuera un tiburón, o no sé. El engancha el pescado y veo que la vara se dobla, me doy cuenta que... era una vara gruesa... me doy cuenta que era un pescado importante, pero nunca pensé que fuera un castero, pensé que fuera un tiburón, una cornuda. Estuvo como 10 minutos con la vara doblada y el barco parado y pa’bajo y pa’bajo y sacando y sacando sedal. Hay que parar el barco, porque sino el peso del animal halando para él y el barco sacando para acá, entonces la línea se partiría. Como a los 15 minutos sale el pescado como a 500 metros de distancia y sale y empieza a brincar. Entonces nos dimos cuenta que era un castero grande y entonces empezamos la batalla. Empezamos a traer los bicheros y a crear las condiciones necesarias.
Estábamos pescando con línea de 130 libras. El equipo era bueno, era un equipo para dar la batalla. En cuestión de hora y media ya estaba a bordo el pescado. Entramos en el río Almendares, lo llevamos para la pesa y hablamos con el comisionado de pesca deportiva, quien planteó que sí, que podía ser reconocido como un récord.
Esa pesca fue en el Mara II, a bordo del cual se llevó a cabo la pesca de 14 agujas en una jornada. En este último caso salimos del río como a las ocho de la mañana y frente a Cojimar cogimos una aguja de abanico y le digo a Chávez: “yo creo que esta zona va a dar pescado hoy”, vamos a aguantarnos por aquí, y en vez de seguir vamos a aguantarlo aquí”. Bueno, empezamos a trabajar de lo que es hoy e día la Ciudad de los Pioneros José Martí, de Tarará, a Cojimar. Serruchando la zona, porque el pescado viene bajando. Había buena corriente y empezamos a trabajar allí, entonces allí empezamos a coger los pescados. Y como a las tres de la tarde hay un motor que me empieza a coger temperatura, ya habían 14 agujas dentro del barco. Dígole, “oye, vamos a irnos de aquí, hay u motor que tiene temperatura, vamos a recoger los avíos y a coger la orilla hacia el río Almendares, que ya tenemos 14 pescados y creo que esto es un récord ya y para que tato pescado”. Entonces arrancamos de Cojimar, por tierra, hacia el río Almendares, y entramos en el río sobre las cinco y medias más o menos. Llegamos a un lugar llamado Riverside, pegado al río, un servicentro de gasolina para los barcos, colocamos todos los pescados e unos maderos que habían allí, les sacamos fotografías se llamó a la comisión de reportes también dijeron que sí, que nadie había cogido 14 agujas en un día y que se reconocía como récord.
Periodista: Y no fue un día largo de pesca, de nueve de la mañana a tres de la tarde. ¿Cuáles son las características de construcción de Mara II?
Arocha: El Mara II era un Willie de 40 pies, con dos motores de petróleo Generals Motors de cuatro cilindros, 110 caballos de fuerza cada uno, un barco especial para la pesca. Era lento, un barco de 15 nudos. Aunque en aquella época eran pocos los barcos que caminaran 20 nudos, 15 nudos era un buen camino cuando aquello.
Periodista: Vamos a hablar del reinicio de los Torneos Internacionales, en 1978.
Arocha: En aquellos tiempos (1978, 1979) era buena la pesca, se cogía bastante pescado. Vinieron bastantes barcos también. En el 79 fue que vino la mayor cantidad de barcos de todos los tiempos. La pesca de la aguja ha ido mermando. No ha levantado.
Periodista: ¿A qué se debe la cantidad de captura y talla tan grande de los ejemplares que se cogieron en aquellos torneos?
Arocha: Yo le voy a decir lo que he analizado de la pesca a través de los años que llevo dedicado a ella. Si la Corriente del Golfo no recala a la costa norte de La Habana, la pesca de la aguja es floja. La aguja es un pescado del Golfo, que corre por el golfo. Cuando hay corriente, decimos esto cuando corre del oeste hacía el este y se pega al agua fuerte del golfo a las costas, el pescado se pega también a las costas porque ahí viene el alimento, ahí viene el dorado, viene el peto, hay una cadena alimenticia. Es cuado más captura hay. Estos años anteriores, ¿qué ha pasado?, que no ha habido corriente y, no es que no haya pescado, sino que se separan de las costas, a lo mejor, siete u ocho a diez millas, fuera, y es muy difícil dar con el pescado, pues nosotros lo buscamos prácticamente pegado al canto, en una profundidad de 80-90 metros de profundidad es donde nosotros empezamos a trabajar la pesca de la aguja.
Pero cuando tenemos que ir a 15, 20 millas afuera estamos desorientados, es una cosa que no... Eso es suerte mayormente. Pero si hubiera corriente... Si embargo, en Cancún, hemos ido a pescar allá a Cancún, y la plataforma de México hay que ir casi 60 millas para afuera para el Golfo, donde están los famosos hileros del Golfo, donde se mantiene la corriente a seis nudos y viene el plancton, y hay ahí cantidad de agujas, el dorado, aguja de abanico y la aguja se mantiene todo el año.
Periodista: Usted estuvo en el Gran Slam el año pasado (1989). ¿Le parece una buena idea este tipo de competencia con dos sedes, en Cuba y otro país?
Arocha: Bueno sí, porque entrelazamos lo que es la pesca deportiva con otros países. Ellos tienen una forma de pescar distinta a la nuestra.
Allá en Playa Linda se cogió mucho pescado y eso que las condiciones del tiempo estuvieron muy malas. El segundo día de pesca había olas de casi 10-12 metros en los hileros. Enormes, es como decir un frente frío aquí, así hay que pescar allí, pero se pesca, hay pescado.
Periodista: Bueno, ¿Cómo podría definirse nuestra forma de pescar la aguja?
Arocha: Nosotros pescamos aquí... Como tenemos menos corriente que ellos, el pescado cuando tumba la carnada prácticamente se para para tragarla. Allí no. Allí ni se ve la cola de la aguja ni prácticamente se ve el pescado cuando viene detrás de la carnada. Allí le tumban a usted y tan pronto como el pescado tumba póngale el cloche y tírele. Si usted le suelta para atrás para que el pescado coma, usted no coge nada. Porque allí hay una cosa: hay mucho burrito, hay dorado y hay aguja. Otra cosa, los mexicanos acostumbra ponerle al escribano una sayita en colores en la parte delantera. Cuando la presa tumba, ellos le dan un poco de camino al barco y tiran el varazo. Si fallan, siguen el camino; como la sayita esa en colores sigue delante y moviéndose, la aguja le sigue fajando a la motica, hasta que logran engancharla. Esa motica no gusta en Cuba. Aquí hay que poner el escribano bien encarnado, que se vea bien vivito ahí, y se ve la aguja venir, saca la aleta dorsal. Se ve hasta cuando coge la carnada. Si usted para el barco rápido, hasta las ve e bulto ahí, porque ella se para para comer. Se debe dar nailon con el barco casi aguantado, al barco aguantarle un poco el camino, porque nosotros hablamos de arriar, quiere decir que el barco se paró y se le sigue dando nailon.
Periodista: He estado leyendo en Hemingway que existe diferencia entre la época de abril-mayo y los meses de julio-agosto. La temporada más tardía es la época del castero.
Arocha: Bueno, últimamente no ha sido así. Últimamente se ha cogido en abril y mayo tanto castero como en junio y julio. Quiere decir que se ha notado la merma de la aguja blanca, esa sí se ha notado.
Antiguamente aquí se pescaba en la forma siguiente: en el mes de abril..., aquí siempre había temporada que empezaba en abril, corría el dorado y junto con este corría la aguja blanca; ya a finales de abril empezaba a correr la blanca. Ya en julio empieza el castero, el mediano, de ciento veinte a ciento treinta libras.
Periodista: ¿Sería exagerado decir que los de Cuba están entre los mejores pescadores de aguja?
Arocha: Hay buenos pescadores de aguja en Cuba y, bueno, hemos ganado a buenos pescadores dentro y fuera de Cuba.
Periodista: ¿Cuáles carnadas usted recomienda?
Arocha: La carnada un poco es a capricho de los pescadores. Hay quien prefiere el escribano, hay quien prefiere el agujón, hay quien prefiere una banda de pintada. Antiguamente la pintada se usaba, sacándole un filete de las bandas. Hay quien prefiere el calamar. Quiere decir que la carnada es variable, la carnada puede... No se debe usar una sola carnada.
Periodista: Según la época, ¿cambia también la carnada?
Arocha: Bueno... No, no, no. Uno debe usar todo tipo de carnada. Hay pescado que viene detrás de la carnada y no quiere coger un escribano, no quiere un destollo de agujón: pues coge un calamar si lo tiene. Los americanos le van a usar varios tipos de carnada: le usan la anguila, bonito, macarela, lisa, escribano grande, ballyhoo... le cambian las carnadas hasta que convencen al pescado. Hay pescados que son caprichosos.
Periodista: ¿Tiene futuro el torneo Hemingway?
Arocha: Sí, como no. Cada año queda mejor y se va aprendiendo mucho. Ya aquí hay una juventud que mueve bien los barcos y tiene conocimiento de cómo es la pesca. En la marina hay un grupo nutrido que puede ir a pescar a cualquier lugar y han ido y han quedado bien.
Periodista: ¿Qué se sabe de la Copa Hemingway después que se dio por última vez en 1960?
Arocha: Cuando se gana la Copa esas personas vivían en Cuba todavía.
Periodista: ¿Se sabe si el trofeo quedó en Cuba o se lo llevaron?
Arocha: Eso no se sabe.
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