26 abril 2010


Yordi Cunill, de los Mallorquines de Jaimanitas
Tuvieron que salir en la prensa. Porque esos mallorquines de Jaimanitas tenían que estar un poco locos. De audaces y experimentados en asuntos de mar, al parecer en esa ocasión se les escapó el límite: trataron de cobrar una ballena desde un yatecito de pesca deportiva de sólo 26 pies de eslora.
Un día de principios de 1953, cerca del mediodía, estaba el Puerto Príncipe II agujeando a la altura de la playa de Santa Fé. Iban a bordo Jorge Yordi Cunill Álvarez, su hermano José, el sobrino, Carlos Valdés Cunill, y Andrés Estrada, Mamito. La ballena aparece y ellos le calculan 60 pies de largo; es decir, que comparan la talla del animal con la eslora de su barquito y se dan cuenta que la proporción es dos veces y media a favor del contrario.
Aún así se decidieron a la aventura de arponearla, tal vez por la seguridad que les daba contar con 400 brazas de cable. Lo hicieron, el animal les rompió de un coletazo cuatro tablas y a pesar del cable y de una segunda cuerda que usaron, no la podían detener. La ayuda del Bahía –otro barquito de pesca de la zona- les salva del naufragio y el arreglo del daño les cuesta 600 pesos, una cantidad de dinero por la cual en aquella época podía pagarse la construcción de una embarcación que hoy sacaría lágrimas de gusto a cualquiera.
De ninguna manera iba a pasar desapercibida tal historia, en una época en que para tratar los temas de la pesca recreativa había al menos dos revistas, sin contar las secciones que publicaban otros medios y hasta un programa en la televisión. El relato puede leerse todavía en la Biblioteca Nacional “José Martí”, en un ejemplar muy bien conservado de la vieja revista Fotos (edición de marzo de 1953, página 16. El artículo se titula, precisamente, “Yo arponeé una ballena”).
La familia que protagoniza esta aventura tiene su origen el día que Guillermo Cunill Alberti abandona su aldea de Bañarbufar, en la costa de Mallorca, y otro día desembarca en La Habana para vivir, como muchos que cruzaron de igual modo el mismo océano, toda una vida al alcance del salitre y el eco del oleaje sobre las piedras del litoral cubano. La primera casa estaría en un barrio llamado del Pescante, sobre la orilla de la bahía habanera. Luego estuvo “un tiempito por Santa Ana y la playa de Marianao, donde estaban los baños de Tuero, que en verdad eran ya de Cunill, casado con Josefa Álvarez Tuero”.
La continuación de la biografía familiar de los Mallorquines de Jaimanitas me la está contando Jorge Cunill del Monte, Yordi como su padre, casi dos décadas después de haberle conocido en alguno de los torneos de pesca de agujas de todos estos años. En la playa de Marianao tuvieron los abuelos Guillermo y Josefa sus nueve hijos; con ellos en 1914 se mudaron para una casa construida en la costa oeste de la desembocadura del río Jaimanitas, la vivienda se las tumba el ciclón del Valbanera (septiembre de 1919) y de ahí se trasladan a la orilla opuesta, en la playita de Jaimanitas.
Eran -¡qué otra cosa serían o habrían querido ser! – “pescadores única y exclusivamente. Con faluchos y con artes de red: trasmallo, chinchorro... pescando generalmente para abajo, hacia el lado de Pinar del Río”. Para las faenas se hicieron de dos barcos, el Guillermito y el Jorge, de pesca a la vela, sin motor, que también fue tradición de los Cunill la carpintería de ribera.
El episodio de la ballena no fue un hecho aislado. Cunill cuenta que en cuatro ocasiones arponearon grandes ejemplares de pez dama, en el año de 1926, por el treinta y pico, el 1950 y el 55. La razón era que los exhibían y con ello ganaban algún dinero extra. El del año veintiséis se montó en un carro de tren y se exhibió por toda Cuba. Un año lo vendieron al Coney Island. Pero no se ganaba mucho, porque había que hacer algunos gastos, como el formol para demorar la descomposición, y pagarle a varias personas, entre ellos los vecinos que soportaban el mal olor, la guardia rural y los que cuidaban la carpa donde lo exhibían.
El Puerto Príncipe II se incendió el 4 de diciembre de 1958 mientras se abastecían de combustible en el muelle del club Biltmore; pero con lo que quedó del casco construyeron una nueva embarcación. Había sido construido en 1944, con madera de las majaguas que derribó el terrible ciclón de ese año. “Hicimos convenio con el Habana Biltmore Yacht and Country Club: mi padre puso la madera y la mano de obra para dos barcos y ellos ponían el resto de los materiales. Se hizo primero el Puerto Príncipe I, para ellos, y luego el de nosotros”.
Cunill del Monte recuerda que había propuesto bautizar el nuevo yate con el nombre de Cenizas, por las circunstancias en que había surgido, pero un amigo de su padre, llamado Miguel Humara, les propuso que le llamaran el Miyor, por la combinación de las primeras sílabas de su propio nombre y las del alias del propietario. Yordi, el actual, dice que Humara y su padre habían sido amigos desde niños, a pesar de que el primero provenía de una pudiente familia, propietaria de varios negocios, incluida una planta de televisión y una tienda de electrodomésticos que representaba en Cuba a la RCA Víctor.
“Miguel Humara era una persona muy decente y sencilla”, dice. Durante un tiempo él y su padre hicieron un arreglo, Humara pescaba en el barco de Cunill sábados y domingos y todas las tardes en época de casteros, y a cambio pagaba todo el mantenimiento y el combustible del año y entregaba el pescado.
Ernest Hemingway, quien dos décadas antes que los mallorquines también había tenido su aventura ballenera frente a la costa cubana, mencionaba en 1935 a Jorge Cuni entre los guías de pesca de agujas de La Habana a quienes consideraba “altamente recomendados”. En principio pensamos erróneamente que la forma de escribir ese apellido era propia de los problemas de Hemingway con la lengua de Cuba, pero la sección “Tiro, Caza y Pesca” del Diario de la Marina, comentaba el martes 17 de junio de 1952 la ausencia al torneo Hemingway de varios yates del Habana Biltmore Yacht and Coutry Club, “entre ellos el Puerto Príncipe, en que siempre actúa de guía el famoso mallorquín Jordi Cuní”.
La referencia de Hemingway a Cunill aparece en el capítulo “Marlin off Cuba”, que es el segundo capítulo del libro American Big Game Fishing, donde anota que era posible hacer contacto con este guía a través de Julio Cadenas en el Havana Yacht Club. Cunill, nuestro entrevistado, confirma que su padre por mucho tiempo fue el patrón del barco de Julio Cadenas, quién era esposo de una hermana de Thorwald Sánchez, un pescador famoso de aquellos años.
Yordi Cunill Álvarez, fue en 1926 a Miami a pescar con Tommy Gifford, uno de los hombres a quienes la tradición identifica entre los iniciadores del desarrollo técnico que alcanzó la pesca mayor. En 1935 después de que Hemingway capturó los dos primeros atunes en Bahamas, Gifford guió a Sewyn Kip Farrigton y capturaron tres más, de 330, 400 y 545 libras, de acuerdo con la información que el propio novelista brinda en su crónica “He who gets slap happy”, publicada por la revista Esquire en agosto de ese mismo año.
Jorge Cunill del Monte, el Yordi que me cuenta esta historia, había cumplido 57 años en 1999, cuando tuvimos la primera entrevista formal; al pasar diez años se revisarán las notas y tal vez el periodista haga alguna nueva pregunta, pero lo esencial de esta conversación fue dicho de año en año, en los cortos y rápidos diálogos que se tienen con la gente que llega al muelle en los días de torneo, después de nueve horas en la Corriente del Golfo buscando el pez del día para hacer el mejor papel o hacer que lo hagan otros a quienes se lleva en el barco.
Ayudante a bordo desde niño, en temprano contacto con la pesca trolling; dicho a su modo: “Estorbando en el barco". Luego como marinero. Siempre pescando a la vara, a pesar de su oficio. Incluso hubo ocasiones en que usaba el equipo deportivo porque era mas rápido coger dos pescados y venderlos temprano en el mismo Cojimar a compradores que pagaban a 25 centavos por libra, en lugar de llevarlos luego a la Plaza del Mercado y cobrar a 7 centavos la libra. Al triunfo de la revolución, patrón de un barco de pesca comercial, hasta que mandar un yate turístico de pesca fue otra vez un oficio.
Hay pocos hombres en Cuba con quienes se pueda hablar de la historia de la pesca mayor como con Yordi Cunill del Monte. Dice que los primeros pasos en la pesca se nutrieron de la experiencia de un pescador aficionado llamado Julio Sánchez, cuyo segundo apellido es Laurent, que fue el capitán del equipo Cuba en el torneo del atún de Cat Cay, Bahamas.
“Según contaba mi padre –relata Cunill- aquí los pescadores hacían la pesca de agujas profundada. Usaban tres avíos: el hondo, la mano y el corto. Veían los pescados pasar los pescados aboyados, pero esa aguja generalmente come poco y ellos tenían la teoría de que ese pescado no comía. Según mi padre contaba, Julio Sánchez, en Miami empieza a ver el lío de la pesca con vara y sale a pescar y trae el bichito de esa pesca. Hasta trajeron un molde para picar la barrigada del bonito y empiezan a hacer al pesca al curricán con vara. Eso fue por los años veintipico”.
Julio Sánchez es hasta ahora el primer cubano inducido al Hall de la Fama de la International Game Fish Association, IGFA. Graduado de ingeniero eléctrico en los Estados Unidos de América, sus conocimientos técnicos los aplicó tanto al ámbito profesional como a la pesca deportiva, en la que introdujo algunas innovaciones que fueron aprovechadas por la firma fabricante de avíos Tycoon en la producción de una línea de varas y carretes.
El entrevistado se confunde al suponer a Julio Sánchez Laurent casado con Ernestina Tina Sarrá –“¡clase de pescadora que era esa mujer, flaco!”-, pues se conoce que aquel realmente se casó con una norteamericana (*) y se quedó a vivir en Miami Beach, Florida, aunque participó como cubano en los más importantes concursos de pesca de su época, como el Cat Cay Tuna Tournament, que ganó en 1939 en Bahamas, y el International Tuna Match de Wedgeport, Nueva Escocia, donde lideró los equipos de Cuba que ganaron los campeonatos de 1938 y 1947. Quién se casó con Tina Sarrá, heredera de una droguería que en 1900 había sido considerada la segunda mayor del mundo (**) fue Thorwald Sánchez Culmell, primo del anterior e igualmente un muy aficionado pescador, primer representante en Cuba de la IGFA.
El Puerto Príncipe II se alquilaba para la pesca. Con la seguridad de lo vivido, Cunill asegura que en La Habana los barcos que sacaban turistas a pescar eran dos: en el río Almendares, el Caimán III, de Charles Roca, del que Julio Arocha era marinero, y aquí en Jaimanitas el Puerto Príncipe II. Se le pregunta con muy sutil intención cómo conseguían los clientes, si alguna agencia se encargaba de enviárselos, lo que da pie a Yordi para una de sus buenas explicaciones.
“Fácil. Estaba el Hotel Nacional de Cuba. El chofer de alquiler con sus carros particulares, el de la carpeta, el camarero, el cantinero, los que trabajaban para el turismo; los turistas preguntaban donde conseguir un barco y pescar, y ellos les indicaban. Así ganaban una comisión de 5 pesos por traernos clientes. La sesión de pesca costaba 30 pesos, de ocho de la mañana a 12 del día, a veces un poco más tarde si estaba floja la picada. Se pescaba muy poca aguja, porque la mayoría del turismo venia en invierno y cogían mas peto. Algunos peloteros, cuando terminaban la temporada, venían y alquilaban”. A continuación explica: “No podías vivir del alquiler nada mas; también había que pescar para el mercado. Había mucho pescado, pero no valía nada en la Plaza”.
Estilos
“Decíamos que en La Habana había varias escuelas de pescadores de agujas: la de Jaimanitas, de la que formaban parte el Mallorquín y Carlos Valdés, pescadores a vara y carrete, y la de Julio Arocha en el río Almendares, que mi padre y los buenos lo mencionaban. No te puedo decir si uno u otro es mejor. Ni yo mismo sabría decirte ahora en que se diferencian. Si se arría el pescado o se fuerza más, o quien pesca con más o con menos freno”. Afirma Cunill que las diferencias en el procedimiento aplicado por cada pescador en particular al lidiar un pez de pico en forma deportiva se daban incluso entre aficionados que pescaban juntos por años: “Los hermanos Pepín y Luis Aizcorbe eran distintos, como distintos eran Bebo y Cuco Kohly”.
“Aquí ha habido muy buenos patrones y muy buenos marineros, pero a lo mejor no podían coger una vara en la mano. Te puedo hablar de los años 50 en que la pesca mayor cogió auge. Hubo pescadores buenos y los hubo charlatanes. Para mi las dos mejores varas de Cuba fueron Raúl José Pepin Aizcorbe y Pedro Pablo Bebo Kohly. También Emilio González Chávez fue bueno y no sólo por el record de las 14 agujas; (Ignacio) Macía, con hilos finos; (Gustavo) Doria, el peluquero...” (“El que ganó el primer Hemingway en 1950”, le atravesamos, para hacernos los sabios, pero mueve así la cabeza y sigue el relato).” Los Kohly eran expertos, desde reparar un carrete a buscar carnada y prepararla. Pepín y Luis Aizcorbe, los Kohly, Julio Sánchez, Tina Sarrá, Ramon del Collado, Pepe Álvarez, del Pinky...”.
“Un pescador puede saber toda la teoría, pero hay cosas que no se pueden enseñar”. Para Jorge Cunill del Monte lo principal que tiene que atender un pescador de agujas es, primero: avio totalmente compensado. Si vas a usar línea 30, no pongas anzuelo mayor del número 8. Segundo: La carnada artificial es algo diferente de la natural y no hablemos mucho de ella. Con la natural creo que en los años que llevo pescando no le he tirado a dos pescados iguales. Tercero, que en el troleo no hay estilos. La regla general es pescar cerca del hilero de corriente. Buscar que haya vida en el mar: el sargazo, el pez volador… donde se empieza a sentir el pescado. Con corriente pa'bajo se pesca más abierto. Con “corrientazo” duro se pesca más afuera. Y en ningún caso dejar la línea en banda.
“Algo de los métodos modernos a lo que le encuentro cierta desventaja es a la multitud de líneas con señuelos que ahora se acostumbra a emplear en esta pesca. Cuando pica un pez, hay que retirar todas las demás líneas del agua antes de girar para perseguirlo y comenzar a lidiarlo. Si se pierde tiempo, el pez puede romper la línea y escapar; si no se retiran las líneas con suficiente celeridad, puede haber enredos, líneas partidas, señuelos perdidos e igual puede escapar el pez. Más señuelos en el agua atraen más peces, sin embargo. Siempre existió la teoría de que un castero lo pega cualquiera, pero no lo coge cualquiera. Una aguja no la pega cualquiera, pero la coge cualquiera.
“Cuando comenzaron los torneos internacionales, por lo menos yo, aún sin montarme en un barco de ellos, me di cuenta de que estábamos atrasados. Nos habíamos ido quedando. Luego en estos años se ha adelantado, independiente de que no existe ese pescador deportivo, se va conociendo las técnicas que hay. Una de las cosas que aprendí en el torneo de 1978 fue a usar una regulación de freno más firme, le pierdes el miedo a que te partan el hilo. Cañona, como decíamos antes. Si hace cuarenta años se hubieran usado las técnicas de pesca de hoy día, las capturas hubieran sido el doble. Antes se usaba mucho destollo y mucho anzuelo grande. Se fallaba mucha aguja. Ahora los barcos tienen mejor maniobra, hay cuqueadores más sofisticados. Hace cuarenta años el que saliera a pescar y no viera siete u ocho agujas en un rato y enganchaba tres o cuatro, volvía a puerto disgustado.
“En la pesca de la agujas jamás te encuentras dos pescados que hagan lo mismo. A veces vienen a jugar con la carnada como el gato. Por eso al aficionado le gusta tanto, porque nadie puede decir que llegó a dominarla. La suerte influye: puede haber pescadores muy buenos y otros muy malos, y estos un día coger y los otros no, pero al mes los buenos cogieron más. La pesca te puede gustar mucho y nunca llegar a ser un buen pescador, y viceversa”.
Yordi Cunill cree que no tiene grandes récords personales en la pesca deportiva: “Sé que ganamos varios torneos nacionales representando a la Pesca. De los internacionales ganamos uno con Volvo Penta, en el yate Emperador, donde fui como marinero. En el Hemingway Internacional de 1978, pescando en un Piraña, que era un barco chico, cogimos más pescado que cualquiera en dos días, pero nos descalificaron por llegar tarde al pesaje”. El recuento sigue con dos concursos ganados con equipos del cuerpo de Guardafronteras, uno por Miguel Bermejo y otro por él mismo. El de los angolanos. El que se ganó en el Costa Azul; el de los alemanes en el Alloy Sea. También un torneo Blue Marlin con Roberto Cabañas en el Aquiles.
Los registros oficiales -en realidad datos acopiados entre coberturas periodísticas y viejas revistas, resguardados, resumidos y revisados una y otra vez- revelan que Cunill estuvo en el equipo del Sindicato de la Pesca que en 1975 ganó el Hemingway nacional con cuatro agujas y una señalada labor de su compañero a bordo, Jorge Yoyi García. En 1978 vuelven a estar juntos, pero entonces representan al Ministerio de la Industria Pesquera (MIP) y toca a Yordi Cunill la placa de mayor acumulador individual de puntos, sumando 169 de las 203 libras que dio el equipo a cambio del trofeo Hemingway, además del record de aguja de abanico de la competencia, con una pieza de 28,4 kilogramos (62.5 libras). En 1986, mismo torneo, pero representando a la Academia Naval, cobra el primer día un dorado de 46 libras y media que todavía es record del evento para su especie.
En los eventos anuales de pesca convocados por la Marina Hemingway, las mejores marcas del competidor Jorge Cunill del Monte ha sido la conquista del trofeo máximo del XLI Torneo Internacional de la Pesca de la Agujas Ernest Hemingway, a bordo del Costa Azul, con 351 libras de captura a las que aportó 307, que le representaron el título de campeón individual, y el resto fueron de su compañero Orlando Mir. Poco antes del cierre de la competencia en 1988, Cunill y René Bustamante lidia al unísono un parete de casteros y los sacan. El del Mallorquín pesa 171 libras y recibe por él el premio a la aguja mayor. No es lo menos importante en su currículo haber sido el estratega de la victoria alemana en el Alloy Sea, ganando el Hemingway internacional por medio punto, justamente en 1997, el año en que se aplicaron por primera vez las reglas del marcado y suelta en Cuba.
Después de haber estado todo ese tiempo en todas las posibles posiciones a bordo durante los concursos de pesca de agujas, Cunill tiene un criterio para los torneos internacionales: “Se sabe que este es un evento turístico; antes celebraban el Torneo de Patrones, u otros, se mencionaba siempre patrón, marinero, nombre del barco... y ahora no se está dando estímulo a estos, y el cincuenta por ciento o más de los resultados corresponde a ellos. El mejor pescador, si no tiene respaldo de la tripulación, no puede hacer nada. Quienes encarnan son siempre el patrón o el marinero. En el momento de anzolar le corresponde al pescador el 80 % del trabajo; después es más del 50% tarea del patrón y los minutos en que el pez se halla a menos de 10 metros del barco es 80% del patrón y menos del pescador. Mientras que el pescador está durmiendo, el patrón y el marinero tienen que pugilatear la carnada”.
“Mi primer premio fue en un torneo de Patrones en el río Almendares, con nueve años de edad, por la aguja más chica. Una copita de plata. La pesqué con una vara Tycoon de madera y un carrete Ocean Side del 4/0”. Su pez mayor a vara y carrete fue de 483 libras, limpio.
Le he pedido a Jorge Cunill del Monte que me cuente de los torneos Hemingway, de todos, porque de alguna forma él estuvo en todas las épocas: cuando algún competidor salía en el Puerto Príncipe II, y él acompañaba al padre, para “estorbar” un poco a bordo. Cuando le tocó asistir a los nacionales, y a los internacionales, por supuesto, que acabaron por ser parte de su empleo una parte de cada año: “Los de los años cincuenta tenían muy buen ambiente. No recuerdo que se pagara la inscripción, pero sí que el tenía que ser socio de un club para poder participar. Los nacionales de los primeros años eran más bien un premio que se les daba a los trabajadores destacados por sus sindicatos. Muchos de ellos nunca habían visto una vara. Después empezaron a hacer buenos torneos. Y los internacionales eran muy buenos torneos; los de 1978, 1979, tremendos torneos: calidad de pescadores, calidad de barcos, calidad de todo”.
(*Nota: las citas marcadas con asterisco fuero tomadas de Guillermo Jiménez, Los propietarios de Cuba 1958, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, página 507).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi nombre emilio lorenzo landeiro vesino desde 1956 de yordito y companero de pesca de estrauidinario lobo de mar nunca pescamos en el mismo barco pero si pace D 50 anos a pocos pasos de los mayorkines y doy grasias al magnifico trabajo periodisticom y como bien dice esta es jaimanitas familia de pescadores y de lejendarias azanas de yordy hombre muy modesto le estoy agracido un dia atila y yo nos encontrabamos pescando y el barco sufrio una averia y tubimos que cortar el palabgre una tormenta muy fuerte casi nos hace perder la vida yordito y bajo bajo vinieron y nos auciliaron y cuando nos pusieron a salvo se enfrentaron nuevamente a la morrasga y fueron junto con atila mi patron y recuperaron el palangre que ya se daba perdido .grasias yordy de hombres como tu esta hecho nuestro pueblito humilde pero heroico.

Top Fishing      Websites at TopFishingSites.Com