21 julio 2015

















HEMINGWAY Y LA CUESTIÓN DE LOS MANILOS
EN LA PESCA DE AGUJAS EN CUBA
Ismael León Almeida
A Dania
La novela El viejo y el mar,  que publica Hemingway en 1952 y en el transcurso de los dos años siguientes le promueve a los premios Pulitzer y Nobel de Literatura, desarrolla su argumento en torno al procedimiento de pesca de agujas mediante calas profundadas, descrito por este autor en la crónica “Marlin off the Morro” (1933) y posteriormente en un artículo monográfico titulado “Marlin off Cuba” (1935).
Con una extensión de 27 páginas, “Marlin off Cuba” es un pormenorizado recuento de las pesquerías de agujas a la altura de la costa noroccidental cubana, con referencias a métodos comerciales y deportivos de pesca, la biología de los peces, la corriente del Golfo y las potencialidades turísticas de esta actividad.
A pesar de haber tenido escasa atención por parte de los estudiosos tradicionales de Hemingway, el texto constituye uno de los pocos trabajos del novelista norteamericano cuyo enfoque, marcadamente técnico, se diferencia del tratamiento periodístico o narrativo del tema de la pesca a lo largo de su obra, y ha sido citado al menos en un trabajo científico relevante sobre peces de pico, como es el catálogo del Dr. Izumi Nakamura, publicado en 1985 por la FAO.
El elemento que motiva nuestra presente indagación, se halla en el mismo párrafo introductorio de “Marlin off Cuba”, donde Hemingway afirma: “La pesca comercial para agujas y emperadores fue introducida desde Manila, Filipinas, por hombres que trajeron el método de derivar con la Corriente del Golfo en pequeños pero muy marineros botes, pescando con  carnada muerta y usando de cuatro a seis líneas pesadas a profundidades que varían de setenta y cinco a ciento cincuenta brazas...”.
Hemingway no aporta ninguna pista acerca de donde ha obtenido esta información, que de manera inmediata va a entrar en contradicción con el criterio que cinco años antes había expresado una fuente local, cuyo dominio del tema de la pesca comercial cubana se ha de considerar apreciable para la época. Federico Gómez de la Maza, en un artículo de 1930, había planteado que la pesca de agujas practicada en Cuba "se verifica siguiendo métodos puramente locales, y que no tenemos noticia de que se utilicen para esa clase de pesca en ninguna otra parte del mundo".   
Los escasos autores que se han acercado a la historia de la industria pesquera cubana coinciden en destacar el protagonismo hispano en el origen de su desarrollo. Enildo González Pérez (1999) señala que en la época colonial la pesca era ejecutada fundamentalmente por “mallorquines, canarios y otros individuos oriundos de zonas costeras españolas”, mientras otras fuentes señalan asimismo gallegos e incluso de la zona litoral del Cantábrico.
En un sorprendente cambio de opinión, Federico Gómez de la Maza afirmaría en 1936 que los “manilos” se destacaban entre los primeros que habían practicado la pesca de agujas en Cuba, dando a entender que su información provenía de fuentes testimoniales.
Nos hallamos entonces ante la teoría de dos autores, cuya proximidad al tema debemos reconocer, quienes plantean que una pesquería documentada desde mediados del siglo XIX, circunscrita a un área cuyos límites sobre la costa noroccidental cubana se conocen de modo muy preciso, tiene su origen no en las tradiciones pesqueras españolas evolucionadas en Cuba, sino en otra colonia de la misma metrópoli, ubicada virtualmente en las antípodas.
El procedimiento de pesca al cual nos estamos refiriendo ha sido descrito de modo muy detallado y preciso por Hemingway y Gómez de la Maza. Este último señala en 1930 y en 1936 el empleo de embarcaciones de entre 15 y 18 pies de eslora, con remo y vela muy simple, en las que por lo regular calaban cuatro cordeles: el avío de la mano, el
Los anzuelos se ubicaban en profundidades de 75, 90 y 105 brazas, mientras el cuarto avío, chiringo, cuyo empleo era eventual, permanecía próximo a la superficie (unas 25-30 brazas).
Uno de los factores que sobresalen al examinar en detalle este procedimiento es su evidente bajo costo respecto a otros sistemas de pesca que requieren embarcaciones de mayor porte, un gasto superior en avíos, más tripulación y campañas más dilatadas, como es el caso de los viveros y las pesquerías con artes de red en general.
En contraste, se destaca un conocimiento muy preciso de las especies en cuya captura se empeñan, no solo de la estacionalidad de la corrida, sino sobre todo de las profundidades a las cuales cada una de ellas se desplaza durante sus migraciones, según muestra la comparación entre las profundidades de avíos señaladas por diversas fuentes y la proporción de captura según profundidad, en un estudio realizado con palangre por el biólogo Darío Guitart en 1964.
El término manilo, mencionado antes, es vernáculo y de uso bastante antiguo. Lo recoge del siguiente modo Esteban Pichardo, en su Diccionario provincial de voces cubanas, cuya primera edición vio la luz en Matanzas en el año 1846: “La persona o cosa natural o perteneciente a Manila. Dícese por antonomasia del Chino Asiático colono”.
Aunque en 1847 se inicia en La Habana el tráfico de asiáticos, para sustituir la mano de obra esclava africana, cada vez más escasa debido a las presiones para finalizar la trata que ejercía Inglaterra desde la firma de un tratado al respecto con España en 1817, Juan Pérez de la Riva asegura que una inmigración previa pudo ocurrir alrededor de 1830, cuando chinos de Cantón asentados por años en la colonia de Manila, y duchos en las costumbres españolas, habrían venido a Cuba por la vía de España. Aunque no en número significativo, varios anuncios de venta de siervos de origen chino fueron hallados en ediciones del Papel Periódico de La Habana correspondientes a fechas de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Una pequeña población filipina, mezclada a la más numerosa y próspera comunidad china, se reportaba en el censo de 1881 en el poblado marítimo de Regla, en la bahía de La Habana, según señala Pedro Cosme Baños en Los chinos en Regla. Pese a que la mayoría de los registrados desempeñaban oficios de mar, ninguno aparece como pescador.
La ausencia de peces de pico entre las 75 especies reportadas por Parra en su obra de 1787 y el reporte de aguja de paladar y de casta que publica Poey en 1858, además de una referencia al Album de Sagra, fechado en 1834, en la ficha de la primera especie, delimitan el período de probable inicio de las pesquerías comerciales de peces de pico en La Habana, dentro del cual queda insertado cualquiera de los probables arribos de asiáticos antes comentados.
Aunque prima el punto de vista de que la pesca no fue un sector atendido por la administración colonial hasta mediados del siglo XIX, la apertura de una nueva pescadería en La Habana en 1837, con ciertas mejoras en las condiciones para desempeñar su función, muestra como mínimo un determinado auge de este sector económico en la capital de la Isla.
Por otro lado, los datos sobre las pesquerías españolas, cuya organización en cofradías es conocida desde el siglo XII, no resultan concluyente respecto a la probabilidad del origen hispano del “agujeo” cubano, debido a la ausencia de una pesquería dirigida en especial o con alguna sistematicidad a la única especie de aguja del Mediterráneo (Tetrapturus belone), al protagonismo de las artes de red y el palangre, y al uso del cordel en modos sumamente diferentes de la técnica expuesta en este trabajo.
Dos significativas coincidencias oceanográficas entre Filipinas y Cuba contribuyen a sustanciar la hipótesis de que los manilos pudieron haber sido introductores de los procedimientos de esta pesquería en La Habana. En primer lugar, el flujo en las aguas cercanas a la Isla de Luzón, donde se encuentra Manila, de la Corriente de Kurosivo, similar en varios aspectos a la Corriente del Golfo que barre el norte de La Habana.
Ambas corrientes se originan al noroeste de sus respectivos océanos, llevando una masa de aguas cálidas hacia las regiones árticas y sustentando una rica biodiversidad, en cuya cúspide se hallan varias especies pelágicas, como atunes y peces de pico.
Mientras en las aguas atlánticas inmediatas a La Habana migran estacionalmente agujas blancas, casteros y hay asimismo poblaciones estables de agujas de abanico, en las costas del archipiélago filipino bañadas por el Pacífico desarrollan su ciclo vital especies correspondientes a los mismos géneros sistemáticos: aguja de pico corto y castero rayado (Tetrapturus), castero negro y azul del Pacífico (Makaira) y el pez vela (Istiophorus). Los peces de pico del área poseen nombres locales filipinos y colectivamente son conocidos allí por el de malasugi.  
Especialistas filipinos consultados, como Crispino A. Saclauso, Ph.D., decano de la Facultad de Pesquerías de la Universidad de Visayas en Filipinas (UVP), y el Dr. Gerald F. Quinitio, director del Institute of Marine Fisheries and Oceanology del mismo centro de altos estudios, y el Dr. Jose Ingles, líder de un programa de estudios del atun de la World Wildlife Fund (WWF) en Coral Triangle, aportaron elementos que confirman la vigencia del uso de la línea manual en las pesquerías filipinas.
Una valoración de la pesca a cordel y anzuelo en Filipinas, efectuada en 2011, puso de relieve que el método ha sido empleado por unos mil años en aquel archipiélago y hoy día constituye el procedimiento más común tanto en las pesquerías a escala comercial como en las municipales. Cuenta con al menos una organización gremial especializada, la Alliance of Tuna Handliners, y un instrumento legal que regula su empleo, la Handline Fishing Law, promulgada en 2007. Según un monitoreo realizado en 1993 por el Proyecto de Investigación del Atún en Filipinas, se halló que este avío se había empleado en 13 de 19 sitios de desembarque de pescado y le había correspondido un volumen equivalente al 18% de la captura acopiada.
Los pescadores a línea manual suelen agruparse en cooperativas y organizar sus  salidas al mar mediante embarcaciones madre de unos 80 pies de eslora, denominadas bangkas, mientras la pesca propiamente se lleva a cabo en pequeños botes, denominados localmente pakuras. Señala una fuente especializada que una cuidadosa preparación es realizada antes de la pesquería, acopiando el alimento, agua, avíos y combustible necesarios para estancias en el mar que pueden ser de dos o tres días,  o extenderse a diez días o varias semanas. Este proceso coincide señaladamente con la descripción que hacía Gómez de la Maza en 1936 del método empleado por los manilos en La Habana, quienes salían varios en cada embarcación, se cubrían del sol con toldos y se proveían de alimentos para permanecer varios días en el mar si era necesario. Este procedimiento de pesca se asocia de manera muy extensa a la captura de peces pelágicos mediante el empleo de dispositivos concentradores, denominados payaos en la terminología local.
El avío de cordel y anzuelo, conocido en la lengua de Filipinas por el nombre de kawil, consta de una línea de líneas de monofilamento de nailon de hasta 300 metros de longitud y un diámetro de 1.5 a 3.0 mm. Los pescadores del archipiélago han desarrollado un procedimiento, que consiste en envolver la línea, con la carnada y el anzuelo, sobre una piedra, lo que les permite alcanzar rápidamente la zona de picada de los ejemplares de calidad, principalmente atunes de aleta amarilla.
De acuerdo con monitoreos del Centro Australiano para las Investigaciones sobre la Agricultura Internacional, diversas especies de peces de pico formaban parte de las capturas con línea manual en tres regiones de Filipinas. En el puerto de General Santos, el castero azul del Pacífico (Makaira mazara) y el castero negro (Makaira indica) integraron del 5 al 26 % de la muestra, con una proporción pequeña de pez vela del Pacífico (Istiophorus platypterus). Las capturas de peces de pico en Bicol y Samar Este alcanzaron 4 y 5%, respectivamente, frente a capturas masivas de atunes con el mencionado avío.
La información reunida a primera vista fundamenta la información difundida a mediados de la década del 1930 por Ernest Hemingway y el cubano Federico Gómez de la Maza, quienes pueden haber asumido información difundida por la tradición oral en su época. La aplicación de un procedimiento de pesca, tan selectivo como las calas de agujear, debe basarse en un profundo conocimiento de las especies objeto de pesquería y la estacionalidad de sus corridas.  También debe haber influido el menor costo del equipamiento respecto, por ejemplo, la pesca de vivero, que requería embarcaciones de mayor porte, más tripulación y gastos de alimentación y avío igualmente superiores.
Factores históricos aparte, se dan en el entorno marítimo cubano y filipino condiciones oceanográfica similares, como el flujo inmediato a las respectivas costas, en los océanos Pacífico y Atlántico, de las corrientes de Kurosivo y del Golfo, que llevan aguas cálidas hacia el Ártico y soportan una intensa biodiversidad, en cuya cúspide se hallan atunes y peces de pico, coincidencia que explicaría el desarrollo de formas de actividad humana similar en relación con la explotación de los recursos en cuestión.
Del autor:
Ismael León Almeida (1953), es escritor y bloguero. Autor de Polo, cantor de la montaña (Vitral, Pinar del Río, 2003), Pesca deportiva cubana. Historia y tradición (Editorial Científico Técnica, 2009) y Técnicas y peces del aficionado cubano (Editorial Científico Técnica, 2014). En proceso de edición: El torneo cubano de Ernest Hemingway, por Ediciones Cubanas.
Publica desde 2007 el blog Cubanos de Pesca (http://pescarencuba.blogspot.com).
La ponencia “Hemingway y la cuestión de los manilos en la pesca de agujas en Cuba”, presentada en el 15º Coloquio Internacional Hemingway, celebrado del 18 al 21 de junio de 2015 en el hotel Palacio de O’Farrill, La Habana Vieja, es síntesis de un nuevo libro en preparación.

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