¿REMA, QUE AQUÍ NO PICAN?
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scribir sobre pesca es lo mismo
que hablar sobre pesca. Una de las características que nos hacen socialmente
notables a los aficionados a este entretenimiento (deporte, método anti-estrés,
vía de conocimiento de la vida silvestre, sistema de socialización y mil cosas
más) es el gusto de la conversación en torno al tema. Si se trata de convertir
en verdaderas leyendas nuestras lidias con el pez, pues muy bien; si de colocar
una mágica lente en el entendimiento del interlocutor para que vea la pieza
cobrada de mayor tamaño de lo que en realidad fue, pues mucho mejor. Narrar
incluye toda la fantasía que quien cuenta sea capaz de poner. También está la
verdad, incluso la verdad objetiva en extremo, como cuando se expone mediante
cifras y descripciones absolutamente
verídicas y contrastables los resultados de una indagación más investigativa,
más en términos de estudio, que en función narrativa. Pero en todo caso, el
pescador es un comunicador por naturaleza.

¿Por qué alentamos a escribir a
los pescadores? Porque la memoria de las cosas, de todos los sucesos de una
comunidad, constituyen la base sobre la cual se construye su permanencia y
mejoría. La pesca deportivo recreativa cubana, como cualquier otro interés
social del país, requiere establecerse sobre una tradición, un conjunto de
ideas que surgen de su propio devenir y cuya base objetiva es la relación que
se establece a lo largo del tiempo entre el recurso natural y los individuos.
Ninguno de los dos es invariable.
El recurso natural ―el agua en sus diferentes cuerpos, los peces en su
diversidad, los factores ambientales...― es cambiante en la medida en que los
procesos naturales, hoy sumamente complicados por el calentamiento global, es
cambiante también en cuanto a la evolución histórica de la influencia humana,
con su aprovechamiento y daños. Las personas, el conjunto de la sociedad,
evoluciona asimismo en esta relación en una oscilación de enfoques que van
desde la creencia de que lo que ofrece la naturaleza es infinito, hasta las lúcidas
conciencias de que es necesario cuidar lo que el medio natural ofrece.
Dejar constancia de los hechos y
las ideas acerca de la forma en que desarrollamos la pesca deportiva tiene
entonces esa importancia: registra una relación de nuestra sociedad concreta,
la cubana, aquí y ahora, con el medio acuático específico de este momento. Y de
esa constancia surge la posibilidad documental de tomar acciones para mejorar,
perfeccionar, la relación con ese medio y también el disfrute de esos bienes.
Pero sucede que, si nos fijamos,
las sociedades que avanzan más y alcanzan cotas más importantes de desarrollo,
son aquellas que brindan atención a todos los aspectos de su vida, y promueven,
socializan y dejan constancia de todo aquello que suele ser interés humano. Y
nada en la tierra puede dejar de ser interés humano.
Escribir sobre pesca no es ceder
de manera fanática a una pasión ―estaría justificado el hacerlo, desde el punto
de vista humano―, sino construir la memoria de una parte de la tradición
cubana, es decir, un elemento de su cultura. Voy a pedir al lector y colega en
los afanes de pesca que me permita una cita. No un alarde de saber, ni de
dominar fuentes, ella misma se explicará. Escrito en función de un estudio
acerca de la tradición pesquera en una región de España, hallamos el siguiente
párrafo:
“La cultura está constituida por los
significados subjetivos (Wuthnow y col. 1988, 36), que los individuos albergan
concernientes al mundo en que viven. En este sentido, las actividades ligadas a
la pesca fluvial y marina, desde la propia pesca a los aparejos y útiles, las
embarcaciones, las actividades de fabricación, los engaños, cebos o redes, las
especies que se pescan y las que se consumen, los procesos de subasta (rula)
del pescado, la venta ambulante y la venta en pescaderías, generaron una
cultura propia con un acervo muy rico de vocabulario y usos lingüísticos
característicos, experiencias de vida y procesos de enseñanza-aprendizaje oral”
(*).
*Eduardo Dopico Rodríguez (2007):
“Cultura y aprendizaje oral en la tradición fluvial y marina asturiana”
(http://www.ugr.es/~pwlac/G23_19Eduardo_Dopico_Rodriguez.
html), revisado el 16 de marzo de
2016.

Irónicamente, acerca de la pesca en Cuba se escribió en libros
norteamericanos, de una manera amplia y especializada: Hemingway, Farrington y
algunos otros lo hicieron. ¿Por qué le dieron ellos más importancia al tema que
nosotros? Tal vez nos corresponde dar la respuesta, tal vez no. Lo que sin
dudas nos toca es documentar lo que hasta ahora no se ha documentado por
nosotros mismos de este tipo de
actividad. En un período que todos los mayores de veinte años conocen bien,
muchas revistas dejaron de circular en La Habana y los periódicos salían una
vez a la semana. ¿Escribir de pesca? Sí, se escribió sobre pesca deportiva.
Todo el tiempo que se pudo se publicó en el boletín RASCACIO, de la Federación
Cubana de Pesca Deportiva. Teniendo una reserva de papel y aseguramiento de
impresión para varias ediciones (ligeros equipos de stencil, dito u offset
fueron los sistemas empleados), llegó una decisión de cancelar esa publicación.
A quien la redactaba y dirigía le informaron que había sido así dispuesto por
una comisión de “Cultura”, que dispuso que el INDER solo podía tener una
publicación.
Poco después, a mediados de los noventa, surge la posibilidad de llevar
el tema a algunos medios nuevos. La agencia italiana IPS comenzó a publicar la
revista Tourist Press Service; apareció el tabloide belga Cuban Review; se
comenzó a editar, por un empresario vasco en asociación con una entidad cubana,
la revista Mar Caribe. En todas ellas se aprovechó la experiencia obtenida en
las humildes páginas de Rascacio para darle imagen y presencia actuales a la
pesca deportiva cubana. Luego vendría Bitácora, la deslumbrante experiencia,
que duró diez ediciones.
El nuevo enfoque tiene que desterrar la pesca por consumo, que no es
dejar de comerse un pargo o una ensarta de tilapia, sino consiste en no llamarle
deporte a sacar veinte arrobas de pargo y luego venderlas alegremente. Eso es
trabajo de los pescadores que asuman la pesca comercial, pero ellos mismos, si
van a hacer deporte en el tiempo libre como cualquiera en el país, ese día
usarán avíos deportivos y asumirán reglas deportivas. Y cuando pesquen
comercialmente, asumirán normas que deberían existir, para mantener el uso del
recurso dentro de los precisos parámetros de lo que los estudios sistemáticos
determinan como posible ¿Por qué? Porque cuidar los recursos no es una mera
meta romántica, sino el modo de conservarlos para todos los que vienen luego. Y
también porque esclarecer la relación entre nuestros actos y nuestra
interpretación de esos actos en el discurso social ha de pasar por un espacio de entendimiento
que se llama ética.
¿Todo esto tiene que ver con escribir, Ismael? A alcanzar consenso contribuye
en mayor medida lo escrito, por su existencia documental, verificable y
asimismo contrastable con su contexto histórico, legal, cultural, sirviendo de
fuente a la comunicación hablada, difusora de ideas. Escribir es también conservar
la memoria. Y en eso no hay temas menores. Cuando en alguna conversación
aparece un tema álgido, complicado o considerado peligroso, alguien suele
decir: “Hablemos de pesca” (o “Rema, que aquí no pican”, que es un equivalente
más extendido). Bien, esperemos a ver qué expresión se inventa en el futuro si, atendiendo la
seriedad de la pesca como interés de la gente del país, algunos temas requieren
ser tratados. Algunos preguntarán: ¿Cuáles temas? Pero otros comenzarán a
escribir, sin tener que preguntarle a nadie.
(Ismael León Almeida. La Coronela, 21 de abril de 2016)
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