30 diciembre 2018



CINCO DÍAS EN TERRITORIO DE SAPOS Y CHIVOS
Por Ismael León Almeida

En Calabazar de Sagüa estábamos, averiguándole los jugos de la tierra que nutrieron la prosa que se junta como versos al oído, del cuentista Onelio Jorge Cardoso. Y fue en los mismos días en que la prensa difunde la noticia: las parrandas de la zona centro norte  de Cuba, un territorio que abarca 18 localidades parranderas en las provincias de Villa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, acababan de ser reconocidas en la Lista de Patrimonio Mundial Inmaterial de la UNESCO.
Directo a territorio Sapo seríamos atraídos por  personas que ayudaron a organizar la visita, no por parcialidad intencionada, sino porque solo había dos opciones para ser habitado aquel viejo pueblo en los días finales de noviembre: del puente del río hacia occidente y caminos por calles de Chivos; o desembarcar por la parte oriental de la avenida Central Este y quedarse por su lado, como fue el caso. Sapos y Chivos se arman de pasión cuando llegan las fechas, que no tienen al parecer un momento fijo en el calendario, desde que acopiar los medios para festejar en grande se convierte en un reto, tal como se pudo ver.
Después de dejar la mochila en la habitación verde que había sido asignada al reportero, vamos a conocer a Damarys Alonso, la propietaria del hostal donde se va a residir estos cinco días. La casa, apenas a media cuadra de distancia, se halla en una esquina y su portal en ángulo hay paneles con relieves de elefantes, farolas y una cúpula en fase de ser cubierta de papel dorado, elementos todos de una carroza en construcción para las venideras parrandas.
Estaba en la lista de comensales de la propia casa de la dueña, donde asimismo acudían los trabajadores que se hallaban a cargo de la construcción de una gran carroza para las parrandas de Calabazar de Sagüa, que serán en estos días. Resulta que el esposo de Damarys, Miguel Jiménez Rodríguez, es el presidente del barrio de los Sapos, y ella es una especie de funcionaria comercial del equipo de trabajo, que si tiene que recorrer medio país en busca de unas planchas de madera, pues lo hace, y la madera llega para construir esas fantásticas escenografías rodantes que, más tarde supimos, son las carrozas.


Parrandera de carroza a los nueve
Damarys Alonso Martínez salió a los nueve años en una carroza. El padre era y es de los Chivos. Ella está casada con el hombre que es presidente de los Sapos desde hace tres años. Mujer enérgica y sonriente, no se detiene en el día; viaja en busca de soluciones lo mismo a la inmediata Encrucijada, centro administrativo municipal, que a distantes extremos de la larga isla que habitamos los cubanos. Dirige un hostal que es nuestra casa en aquellos días, da órdenes al equipo de carpinteros y decoradores que construye la carroza de este año, negocia con abastecedores de productos para alimentar al extendido equipo de trabajo...
Las parrandas han estado bajo la responsabilidad formal de varios organismos: Servicios Comunales, Empresas Mixta y ahora la cogió Cultura, “pero la parranda debía tener una entidad específica a cargo de su organización”. A nivel nacional, quien atiende esta manifestación cultural es Gladys Collazo, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural-  Hay un Consejo Nacional de Parrandas.
La forma de organizar una parranda tiene un poco el relente de viejas democracias: el barrio escoge por elección a algunas personas para que se dediquen a organizar las parrandas. En estos días, en Calabazar de Sagüa, el presidente de los Sapos es Miguel, y Damarys es la compradora, o sea, una especie de especialista comercial, si estuviera en algún sector de empresas: ella es la que busca todo lo necesario, hace las gestiones que hacen falta. Probablemente hay funcionarios de gobierno que no alcanzan a tener tantas obligaciones ni tanto nivel de actividad como estos organizadores de parrandas durante los días cercanos a los festejos de su pueblo. Y no es poca cosa, si es que alcancemos a entender algo que Onelio mostró en algunos de sus cuentos: El hombre siempre tiene dos hambres. La física, que viene alguno lleno de buenas intenciones y la llena; y la otra, que tiene que venir alguien muy sabio y saber como poner en cada corazón ese modo de entender. de alegrarse y esperar cada día... algo que la cigarra supo hacer a pesar de la persecución del alcalde. Supo el cocuyo con su luz decirlo: el canto es su trabajo.

― ¿Cómo empieza todo?
― Para comenzar, nos reunimos la directiva, que integran unas diez personas. Es una reunión interna, sin representaciones oficiales de ninguna clase. No se da a conocer nada de lo acordado. El paso inmediato es llamar al proyectista para darle a conocer el tema y nacionalidad que queremos para la carroza, y luego se redacta el texto de un “souvenir” con la leyenda de la carroza. La leyenda se graba en los estudios de la emisora radial CMHW por el locutor Samuel Urquía, de voz tan impresionante, quien viene al pueblo como locutor durante las parrandas mismas.

No tenemos a mano la leyenda de la carroza de este año en Calabazar de Sagüa, pero tomaremos prestado de Onelio el texto que él copió un día en Camajuaní, para que los lectores de hoy aprecien el estilo. La carroza llevaba el nombre de La reina de los mares o La fantasía marina, y el texto escrito por un poeta local decía así: “Del fondo de los mares surge un cortejo singular. En la apasible calma de su superficie, solamente turbada por las suaves brisas oceánicas, comiena a formarse un ligero oleaje, que al aumentar progresivamente su fuerza, sorprende a las gaviotas que suavemente vuelan sobre el mar, las cuales, rápidamente, se alejan del lugar por donde ha de hacer su aparición el espectacular cortejo que se avecina”.
Mujer enérgica y sonriente, no se detiene Dmrys en el día; viaja en busca de soluciones lo mismo a la inmediata Encrucijada, centro administrativo municipal, que a distantes extremos de la larga isla que habitamos los cubanos. Dirige un hostal que es nuestra casa en aquellos días, da órdenes al equipo de carpinteros y decoradores que construye la carroza de este año, negocia con abastecedores de productos para alimentar al extendido equipo de trabajo...

― Celebran parrandas en Cuba ―enumera―: Calabazar de Sagüa, El Santo, Encrucijada, Camajuaní, Vueltas, Taguayabón, Remedios, Zulueta, Buenavista, Caibarién, Punta Alegre, Guayos, Zaza del Medio, Yaguajay, Chambas, Placetas, Quemado de Güines, Falcón, Mordazo y Mayajigüas.

 “Las parrandas se tratan de una competencia entre dos barrios: en muchos sitios se denominan Chivos y Sapos, aunque en algunos han adoptado nombres diversos, como los de  La Puya y El Perejil, en Quemado de Güines”. Damarys  Alonso no tiene que consultar un manual para recitar los detalles de una tradición que las personas de esta región llevan impresa en lo más hondo.
El festejo en sí no parece nada complicado. Se compone de paseo de carrozas, comparsa, fuegos artificiales y, al menos en Caibarién y Remedios, trabajos de plaza. El programa es de solo dos días de actividad, con una distribución de tiempo equitativa para que cada uno de los dos barrios contendientes cuente con las mismas oportunidades de mostrar sus creaciones y su entusiasmo. De este modo se lleva a cabo una primera parte denominada “Saludo de la tarde”, que si lo hacen los Chivos a las cuatro de la tarde, pues los Sapos salen a mostrarse a las seis. Más tarde, y en el mismo orden, corresponde sacar los fuegos artificiales, conga y comparsa, y el primero lo hará a las doce de la noche, seguido por el contrincante a las dos de la madrugada. En la jornada siguiente, mismo programa, pero alternan las posiciones de los rivales en las salidas.
Brillan los ojos de Damarys, adelantando la fiesta en su sentir: “Detrás de la comparsa desfila un pueblo entero vestidos con atuendos que los identifican: los sapos son verdes; los chivos, rojos, pero también se han usado otros colores predilectos”.

― ¿Cuesta mucho esta fiesta?
― No se sabe el presupuesto que lleva la celebración de una parranda ―responde―. Un dinero incalculable, y todo cuesta. Todo de lujo, cosas buenas, ¡cada cual quiere dar lo mejor: trajes de comparsas, farolas, banderas lujosas!

En cada ocasión se hace homenaje a personas destacadas de las comparsas que ya son fallecidos. Recuerdo haber asistido al velorio del padre de un compañero de trabajo de mi mujer, natural de Remedios, y de aquella ciudad espirituana llegó a La Habana una representación con el estandarte de la comparsa del fallecido, y como un honor que la familia apreciaba en grado sumo, el estandarte de la agrupación parrandera cubrió el féretro, con toda la memoria de los festejos compartidos la partida del compañero. Este año los Sapos de Calabazar de Sagüa recordarán a sus parranderos Tony, Antonio Carvajal, y Nana, Ana Luisa Paz Conde.
En lo alto del pretil de la bodega, en la esquina de la casa de Damarys y Miguel, un cartel advierte que nos hallamos en territorio de Sapos. Las inminentes Parrandas ponen en el ambiente una festiva rivalidad que suele llegar, en algunos casos de notoria pasión, a poner en silencio el trato entre una dama de estirpe Chivo y su esposo Sapo. A la hora del almuerzo, de la cena y sin dudas al disponer la taza de café con la que comienza el día de esta gente de antaño laboriosa, se extiende el manjar o el preciado y negro líquido, sin una palabra ni un gesto más que el necesario al hacer del día: lo que ocurra bajo el manto de la noche en privados recintos, queda en ellos, pero en días en que Sapos y Chivos se enfrentan, nadie inclina la bandera de su origen. Del puente al lado oriente de la ciudad pequeña todos son Sapos; hacia occidente, orgullosos Chivos. Estos han invadido la zona rival colgando el ostentoso anuncio de un próximo changüí en los postes del alumbrado de la avenida. Habrá que ver si no van los sapos al festejo, a fin de cuentas cuando se salda con todos sus fuegos, brillos y colores la parranda propia, dícese que en camiones alquilados van a los enclaves vecinos, donde la tradición apura sus otras citas en la faja central de las provincias de Villa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila.
Andan todos  inmersos cada minuto del día en trámites y tribulaciones para la organización del festejo, porque en estos tiempos gastos y recursos dependen de la ayuda del estado. Y tuvieron un aplazamiento, del 15 de noviembre para el 8 de diciembre, y todavía prevén que el cumplimiento de la nueva fecha es inseguro. A la hora del almuerzo, se escucha bronco croar de sapos en el patio de Damarys: “Un dinerito que hace falta. Nos toca, pero no nos toca”. Las planchas de madera y la pintura, que urgen para la carroza; y el combustible, que es fundamental. “Esos tres temas. Si «ellos» lo hicieron o no, no importa. Nosotros no vamos a quedar a la par de ellos”. El patio es un cuadrado desbordado de plantas, buganvilias en tres colores diversos, malangas y otras desconocidas, con flores y sin. Un pozuelo tal vez ornamental o real, no se pregunta, entre tanto que hay que preguntar, su brocal de azulejos, y jaulas de pájaros en las paredes a las que hay que dar ración de millo y alpiste, cuidar de la frialdad y proteger del gato, que al fin cobra una víctima en audaz ataque.


El proyectista
Una carroza de las que salen al paseo en las parrandas de los poblados y ciudades del centro norte de Cuba es como un poema de Julián del Casal, bardo modernista del siglo XIX cubano. Léase éste, titulado “Los amores”, y tendrá exacta la impresión que causan en su sorprendente aparición:

Amo el bronce, el cristal, las porcelanas,
Las vidrieras de múltiples colores,
Los tapices pintados de oro y flores
Y las brillantes lunas venecianas.

Amo también las bellas castellanas,
La canción de los viejos trovadores,
Los árabes corceles voladores,
Las flébiles baladas alemanas,

El rico piano de marfil sonoro,
El sonido del cuerno en la espesura,
Del pebetero la fragante esencia,

Y el lecho de marfil, sándalo y oro,
En que deja la virgen hermosura
La ensangrentada flor de su inocencia.

Lier Domínguez Estévez gusta del brillo, el color, las fantasías. Fue niño en el poblado de El Santo, hacia la costa norte municipal, de familia parrandera hasta los tuétanos. Es el diseñador de la carroza que pasa poco a poco de un cuadrilátero de papel trazado a líneas de lápiz a la mesa de los carpinteros. Cuando la estructura no cabe ya en la gran nave, sacan una torre de madera a la calle enfrente y se le va viendo nacer la figura entre los listones de refuerzo. Un palacio será, una nave, tendrá elefantes o pavos reales, destellará, estará llena de bellas mujeres, de mancebos sacados de un cuento: el imaginario de esta tierra azucarera cubana podría enriquecer la vieja pasión de los poetas modernistas del siglo XIX.
La carroza que estaban construyendo en Calabazar de Sagüa tendría 75 pies de largo y 60 pies de ancho, pero no es la más larga que haya recorrido la calle Central de esa población villaclareña. La imagen y las leyendas en que se basan los diseños tratan temas fantásticos, buscan ofrecer a los espectadores una impresión deslumbrante: nutren su imaginación de leyendas del lejano Oriente: Japón, China, India, Tailandia... todos de mucho colorido. He hecho temas franceses, una cubana (Tropicana), otra inspirada en fondos marinos. Comienzo por algo que soñé o me imaginé, lo paso al papel, hago bocetos y trabajo en temas a pedido de los organizadores de parrandas, que hacen además sus sugerencias. Luego trabajan en la ejecución del proyecto varios equipos, que integran carpinteros, pintores de brocha gorda, electricistas, decoradores y pintores de arte.
Está en las parrandas desde 2010 Lier Domínguez Estévez. Lo primero fue ser  costurero; cada diseño de carroza requiere de un vestuario específico, ahora la ropa se alquila, antes se confeccionaba todo. El vestuario para estas representaciones es muy caro. Subraya: “Esto es lo que me gusta”, mostrando el croquis a lápiz donde comienza a tomar forma la idea y algunas fotos de sus creaciones, que guarda en el celular. Dice que se fija bastante en lo que se ha hecho antes para no repetir, para alcanzar el impacto de la originalidad. En estos años ha diseñado carrozas para las parrandas de Quemado de Guines, Zaza del Medio, El Santo, Calabazar y Camajuaní, con un total de 18 proyectos. Los títulos de algunas de ellas ofrecen una idea de la diversidad de temas y sus fuentes:  “Una noche entre mil con Sherezada”; “El regreso de Taro, el niño dragón”, inspirada en una leyenda japonesa; “Homenaje azul” fantasía cubana a la virgen de Regla; “A las glorias de Venecia”, “Por amor a Siva”, tema de la India; dos versiones de “El fantasma de la ópera” y “Amanecer en Sukotai”, del folklor tailandés. El proyecto actual, para las parrandas de Calabazar de Sagüa, se titula Ayutthya.

A mediados del siglo pasado, Onelio Jorge Cardoso escribió un reportaje titulado “Las parrandas de Camajuaní”, que salió en la revista Carteles y puede leerse en su libro Gente de pueblo, publicado en 1980. Aunque no es el mismo pueblo, todo lo que se lee en ese texto se parece, palabra por palabra, a lo que se ha visto y se escucha en Calabazar de Sagüa a finales de noviembre, lo que demuestra que se trata de una tradición muy consolidada en la gente de este territorio del país. Escribe, por ejemplo, el cuentista y periodista:
Hay que asistir a las fiestas de Camajuaní el diez y nueve de todos los marzos, no sólo para ver en las raíces del hecho, en lo básico de la tradición, la grandeza de un pueblo pequeño que da unas parrandas superiores a los carnavales habaneros y sin propagandas comerciales que se valgan de la fiesta para colar sus intervenciones de propaganda.
Y más adelante:
Dos meses antes de las parrandas salen a la calle los changüís con la doble intención de recordar la proximidad de las fiestas de San José, y de pedir dinero para el comité de su bando.
Luego, parecería que está hablando de alguno que hoy mismo hemos conocido, cuando escribe, con palabras que parecen ya las de El cuentero, o de “El caballo de coral”:
Entonces un Chivo glorioso, olvidándose de su saco y su corbata, sin espuelas de subir, trepó al poste de la luz y agarró los cables, sin pensar en voltajes, para levantarlo y que continuara la carroza su camino. Aplaudió todo el pueblo sin banderías, porque lo heroico y lo decidido es propiedad común del hombre.

«Miguelito ha unido a los Sapos»
Quien lo dijo fue Tato, un líder de las parrandas de Calabazar de Sagüa que cuenta ya ochenta años de edad. Miguel Jiménez Rodríguez es presidente de la parranda del barrio que queda al lado Este del río que cruza el pueblo como la línea de un meridiano. Si uno va a creer que la parranda es todo risa y jarana, entonces al principio no va a entender muy bien que quien dirige todo sea hombre de semblante serio, aunque luego entienda que no es lo mismo el momento de festejar que los días y días de asumir la responsabilidad de que todo se halle antes a punto y coordinado. Y comprende definitivamente cuando escucha su primera afirmación:

― Tiene que gustarte la parranda para ser un parrandero.

“De joven estaba con mi barrio, ayudando, cooperando...”, dice. Los parciales de Los Sapos hablaron con él, porque era parrandero. Le dijeron que el barrio había decaído, y él aceptó el encargo, lo llevaron a votación y fue elegido.

― Asumí y hemos organizado las parrandas ya por tres años, tratando de rescatar a los parranderos viejos que habían sido excluidos. Todos están contentos y dando apoyo al trabajo de recuperación de las parrandas con todas sus tradiciones: las carrozas, las congas callejeras que llaman mucho al pueblo, para que salgan a la calle; las comparsas, que no existían, estaban obsoletas; los fuegos, muñecones y todos los atuendos, banderas, banderolas, farolas....

“La parranda es el hecho más cultural que existe en nuestro arraigo en el poblado: es como comer, existir, algo que se lleva en la sangre. Ahora que las parrandas del Centro Norte de Cuba han sido incluidas en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO tenemos que seguir mejorando esta tradición... Felicito por este logro a todas las parrandas cubanas.”

Tradición de más de un siglo
El padre de Fausto Santos Peñate, Tato, fue presidente de los Chivos en el año 1940, pero él es hoy mismo una de las figuras más renombradas de los Sapos de Calabazar de Sagüa. Dice que las parrandas de este pueblo se realizan desde 1912 o 1913, “Por ahí”.

― Las parrandas son un evento muy respaldado por la población... ¡hay que ver un changüí! Changuí es una conga que se toca y cientos de gentes salen bailando detrás por toda la calle. Se va al barrio contrario, para provocarlos. Salimos de “allá abajo” de junto a una piedra grande, damos una vuelta por allá arriba, por el policlínico...

Este nativo de Calabazar de Sagüa tiene sus ochenta años cumplidos. La familia de su esposa, Ana Luisa Paz Conde, Naná, era ferviente parrandera. “Ellos sacaban su propia carroza; el barrio sacaba la principal, pero había familias que sacaban las suyas, carrozas más pequeñas”. Vivía en el Purio, central azucarero, hasta que en 1959 se trasladó a Calabazar y se casó en 1963. Tractorista y mecánico automotriz. Trabajó por más de una década en el contingente de construcción Abel Santamaría en el balneario de Varadero, Matanzas. Cogía vacaciones para venir a las parrandas.

― La fecha específica de la parranda del pueblo era el 24 de junio, patrón de Calabazar de Sagüa, pero oscilaba, de acuerdo como estuviera el poder adquisitivo; siempre duraba un sábado y un domingo. Por ejemplo, cuando su padre era presidente hubo una ocasión en que tuvieron que celebrarla un 12 de diciembre; fue cuando sacaron la carroza La Sonatina, de Rubén Darío, que yo volví a hacer años más tarde, y tomaban parte de la coreografía un grupo de bailarines negros con taparrabos y lanzas y el frío de ese día los tenía temblando.
 “Al principio se recogía dinero en una alcancía y se recogía dinero en la calle.
Cada barrio organizaba su verbena. Una vez plantamos en el parque una cabañita criolla; en cada ocasión se vendía lo que se pudiera: pan con puerco, empanadas, croquetas, ron, cerveza. En cada bar y en cada tienda ponían alcancías para recoger dinero para su barrio. ¡Hasta en Viana hicimos verbena para recaudar fondos! Antes había que buscar el dinero para organizar la parranda; los productos eran más baratos que ahora; un cono de diez voladores, por ejemplo, valía un peso y diez centavos.
“Yo iba detrás de las parrandas que celebraban en los otros pueblos. En el barrio alquilábamos un camión e íbamos para las de Camajuaní, Remedios... Conocí Cuba por las parrandas; desde Pinar del Río a Santiago de Cuba caminaba yo, buscando cosas que hacían falta para organizar las parrandas. Después las pasaron a ser atendidas por Servicios Comunales, pasó a continuación a una Empresa Mixta de Servicios y ahora es el sectorial municipal de Cultura el que está a cargo”.
 “Casi siempre se traen de fuera carpinteros y electricistas. Las primeras se alumbraban con una bombilla grande. La primera carroza con juego de luces se llamó “El vendedor de abanicos”, que la construyó Jorge Enrique, que lo trajo el proyectista Roberto Prieto, ¡uno de los mejores de Cuba!, que por muchos años estuvo a cargo de esta función en Calabazar de Sagüa. Era un dentista de Encrucijada que llegó a hacer diseños para el ejército en La Habana. Hizo “Alí Babá y los Cuarenta Ladrones”, la carroza más linda que he visto yo; tenía 130 pies de largo y ¡era una cueva!”
Faltó al reportero asistir a la parranda misma, pero de ver lo visto y hablar con aquellos que construyen la fiesta queda pensando el que estuvo de paso por Calabazar de Sagüa que Onelio tuvo de donde beber la fantasía, y esa idea de las dos hambres que ilustró en cuentos antológicos.

Parte 1



Parte 3


 





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